Por: Lucía Lagunes Huerta, Cimacnoticias. Ciudad de México.- “Las mujeres nunca nos equivocamos cuando peleamos por nuestros derechos”, fue la respuesta de la jueza de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Elizabeth Odio Benito a Norma, una de las víctimas de tortura sexual en la represión ocurrida durante los operativos de mayo de 2006 en Texcoco y San Salvador Atenco, en el Estado de México.
Norma es la voz de muchas mujeres que se han preguntado si no es un error haber denunciado la violencia vivida, cuestionamiento que emana cuando son nuevamente revictimizadas por los administradores de la justicia mexicana; y es la voz de aquellas que guardan silencio por el terror de ser exhibidas con cuestionamientos soeces.
Por eso las palabras de Norma, representan la voz de todas las mujeres de Atenco y Texcoco que fueron violentadas los días 3 y 4 de mayo del 2006 y de las 31 mujeres que fueron torturadas sexualmente; y a la vez, es parte de las once que presentaron su testimonio ante la Corte.
Las mujeres de Atenco han caminado 11 años en búsqueda de verdad y justicia. En ese andar han recibido de todo por parte del Estado mexicano, menos justicia. Ellas han sido calumniadas, estigmatizadas, revictimizadas, pero no se han rendido porque saben que su dicho es verdad, y que unidas son más fuertes.
Once años para hacer oír su palabra, la que Peña Nieto quiso silenciar, en su momento, como gobernador del Estado de México, y hoy, al ocupar la silla presidencial.
Sin importar el tiempo transcurrido ni a donde vaya, Atenco lo seguirá por el resto de su vida, como el 2 de octubre a Díaz Ordaz, porque la dignidad de las heroínas de Atenco es más fuerte que la simulación. Ellas nos representan a todas.
Su presencia nos recuerda lo que sí hemos logrado desde el feminismo: romper el silencio que cobija la violencia misógina y feminicida, porque logramos hacer pública la tortura sexual que sigue siendo cotidiana en nuestro país.
Ellas nos recuerdan que sí hay que creerles a las víctimas pese a las voces, casi siempre masculinas, que pretenden desacreditarlas.
La voz de las mujeres de Atenco es la de todas; la de cientos de madres que buscan la verdad y la justicia para sus hijas asesinadas por sus parejas, víctimas estigmatizadas por las autoridades que disfrazan de suicidio los asesinatos porque están coludidas con el feminicida. Es la voz de cientos de mujeres y niñas que están en las redes de trata a quienes les han quitado las palabras, las han silenciado a tal grado que algunas creen que eso es un buen trabajo.
Las de Atenco somos nosotras, las que salimos a la calle para exigirle al Estado que garantice nuestros derechos y frene la violencia contra nosotras. Ellas somos nosotras y nosotras somos ellas.
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