En estos tiempos que para nada se parecen a los que ellos consideran “mejores”, este domingo cerca de 150 mil adultos mayores celebrarán su día, casi la mitad de ellos festejará solo o en compañía de sus compañeros de asilo. Un buen porcentaje echará de menos la vida que tenía antes de que llegara esta ola de violencia que no respeta edad ni canas.
De acuerdo con María Isabel Barraza Pack, delegada del Instituto Nacional para las Personas Adultas Mayores, en todo el estado de Chihuahua hay 150 mil adultos mayores, casi todos entre los 60 y 78 años, y 97 de ellos sobrepasan el siglo de vida.
El 2010 en poco se parece a 1910 cuando otra guerra laceraba a la sociedad mexicana, pero por motivos diferentes, cuando no se dividía sino que la premisa era común, los pobres contra el gobierno, la lucha por la tierra y la libertad.
Ahora la lucha de los adultos mayores es diferente, Barraza Pack dice que “viven con temor por la violencia generalizada. Han incrementado sus índices de estrés y depresión, por temor a lo que le pueda suceder a sus hijos y nietos, su miedo no es tanto por ellos mismos sino por sus seres queridos”.
Los abuelitos ya no se sientan en pórtico a ver pasar la vida, ya no esperan que llegue la luna mientras platican con el vecino, ellos, como todos, se sienten temerosos de una bala perdida, de un emboscada que los atrape en el centro sin deber nada, pero temiendo todo.
Si bien, a decir de Barraza y ratificado por la geriatra Patricia Berlanga las principales causas de muerte en los adultos mayores son la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y los accidentes, y entre éstos muchos atropellos; hoy en día los adultos también perecen en medio de esa guerra que unos cuantos juegan y que muchos pagan.
Sin deberla ni verla venir
La mañana del dos de agosto una pareja caminaba por la calle. Tomados del brazo platicaban de la visita de los nietos la noche anterior, la pesada jornada en el súper empacando paquetes, lo exiguo de la pensión que acaban de cobrar en un banco. Aún así, la vida se ofrecía a sus ojos si no como el sueño dorado de la juventud, sí un lugar para estar feliz. Ninguno hubiera imaginado que la vida cambiaría para los dos en cuestión de segundos.
En este país donde a diario mueren hasta 70 personas abatidas por el crimen organizado, muchas tumbas se cavan a destiempo, sin razón aparente, por causas “colaterales” como tanto les gusta decir a las autoridades. Cuando el espectáculo de la muerte provoca más tristeza que morbo, las víctimas se convierten entonces en una herida abierta, un dolor callado que despierta muchas consciencias y comentarios, pero que de igual forma terminan en la misma carpeta de la impunidad.
La pareja caminaba cuando en esa misma calle un comando armado abordó al tripulante de un coche y decenas de tiros se escucharon, la pareja no alcanzó ni a agacharse: él cayó muerto y ella herida de una pierna. Dos inocentes más que cambiaron su vida sin planearlo, sin quererlo, sin poder remediarlo.
Al día siguiente la nota dio la vuelta por todos los medios: el hombre, en la plenitud de su tercera edad, tirado en la calle con un rictus de dolor, y a un lado su esposa con la incredulidad en el rostro, quizá pensando en que acababa de escucharlo hablar.
Así terminaron dos vidas, él muerto a causa del crimen organizado aunque no “anduviera en nada”, ella con su matrimonio roto de más de 30 años, la angustia del porvenir y de verse de pronto viuda, herida y sin respuesta alguna a por qué les pasaba eso a ellos.
No es ni por asomo el único caso que se ha presentado durante los más de tres años de esta lucha sin tregua y sin resultados, cuántas vidas más habrán quedado por ahí disueltas, como una consecuencia más, indirecta, indolente, de la batalla contra el narcotráfico.
Necesidad de celebrar
De cualquier forma, aun cuando los tiempos mejores hace mucho que pasaron y los actuales no son ni por asomo los que quisieran vivir los cerca de 150 mil adultos mayores en Chihuahua, este domingo esperan seguir celebrando por lo menos la vida, por lo menos la tranquilidad, y llenar sus necesidades básicas que Patricia Berlanga resume como “las necesidades normales de cualquier persona, necesidad de compañía, de sentirse útiles, de ver que su vida vale la pena. Y sobre todo ver que aún son capaces de satisfacer por sí mismos sus necesidades físicas como bañarse, comer, todo lo que sería normal en cualquier persona”, señala.
Asegura que entre las principales enfermedades físicas y mentales están “la diabetes que es una de las más frecuentes, las de deterioro de la memoria, hipertensión cardiovascular, problemas de cardiopatía, insuficiencia y artritis”, mientras que las principales causas de muerte son “el deterioro agresivo en las funciones, así como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y los accidentes, entre estos muchos atropellos”. Y unos cuantos asesinatos a mansalva como el ocurrido en la calle Escudero, donde murió un adulto mayor frente a su esposa.
Es precisamente la situación cada vez más insegura la que les ha hecho cambiar su modo de vivir y percibir el mundo; se les tacha de necios sin saber a ciencia cierta cómo viven ellos su propio drama, su propio miedo, su propia impotencia de ver a dónde ha llegado el estado de las cosas, y no se aprovecha toda la sabiduría que han acumulado a lo largo de los años y de tantas experiencias.
La experta comenta que “la situación les ha hecho cambiar algunas decisiones de su vida, alguien que vivía solo ahora ya se ha visto obligado a pedirle a un familiar que alguien lo acompañe, por ejemplo”.
Y es que “la violencia les ha impactado de tal forma, que han dejado de salir y de hacer actividades que antes practicaban a menudo como dar paseos y otras actividades que les llenaban como personas”.
Por eso, es que en fechas como esta lo que ellos quisieran es dejar a un lado tantas noticias malas y celebrar su día con un poco de paz, rodeados de amor y de su gente cercana, para sentirse vivos en medio de una sociedad enferma, que sucumbe o hace sucumbir al otro por motivos tan oscuros como el poder, el territorio y el dinero, todos ya tan lejanos a su realidad.
Sin embargo, no todo es oscuridad, las consecuencias negativas que ha dejado la inseguridad, para Berlanga “han fortalecido a algunas familias para que estén más pendientes del adulto mayor, que se unan más en torno a él”.
Los “mejores tiempos” han pasado para todos estos adultos mayores que hoy celebran su día, atrás quedaron la tranquilidad de un pueblo o la quietud de una ciudad al atardecer, los días dorados de la juventud o de la madurez; pero seguramente, en su diario vivir habrán de encontrar aún motivos fuertes para seguir en pie, para disfrutar de su vida, ya sea con sus seres amados, o entre las balas y la soledad.
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