Hoy se cumplen 88 años del nacimiento de Celia Cruz que murió en el exilio en julio del 2003, después de una larga vida llena de logros que la convirtieron en el gran mito de la Habana exiliada. Su voz y su música pusieron banda sonora al exilio de miles de cubanos que buscaron en Miami continuar con un estilo de vida, que fue prohibido tras el triunfo de la revolución cubana, con el cierre de casinos y music halls.

Desde pequeña Úrsula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso cantaba nanas a sus hermanos pequeños, hasta que comenzó a hacer sus pinitos en la emisora de radio que en los años 40 tenía el Partido Socialista de Cuba, inspirada por la vocalista afrocubana Paulina Álvarez, la única radio que permitía el acceso a las ondas a cubanos descendientes de africanos, como ella. Ironías del destino, con el tiempo, la artista acabaría convirtiéndose en una de las más acérrimas opositoras al régimen de Fidel Castro, que le negó la entrada en la isla para asistir al entierro de su padre.

Con su poderosa voz múltiple y sus coloristas vestidos la mejor propagandista de las virtudes del azúcar, Celia Cruz, se convirtió en todo un símbolo de la comunidad de cubanos exiliados en Estados Unidos, la reina de la música tropical. Nacida en 1924 en La Habana, comenzó su carrera en la década de 1950 en su Cuba natal, junto a la Sonora Matancera, el equivalente latino a la Duke Ellington Orchestra. Con una carrera con más de 71 referencias publicadas en su discografía. Tras abandonar esta formación formó sociedad musical con el precusionista Tito Puente. Sus discos fueron publicados por diversos sellos, entre los que destacó Fania, uno de los más reputados sino el que más en materia de música latina en los setenta. De hecho su Fania All Stars sería el supergrupo que tuvo entre sus filas a lo más granado del género, con Cheo Feliciano, Héctor Lavoe, Santitos Colón, Ray Barreto o Willie Colón y la Voz de la propia Celia Cruz.

Entre los numerosos premios musicales que obtuvo Celia Cruz, ganó dos Grammy, uno por el mejor álbum tropical a Siempre viviré y el último por su tema La negra tiene tumbao, y conquistó a medio planeta con su voz, su sonrisa y su conocida expresión «azúuuuuucar...».

Celia Cruz consiguió crear escuela, ya que incontables cantantes de todo el mundo imitan su estilo de interpretación y cantan una y otra vez temas de su dilatado repertorio. «Cada vez que los periódicos dicen que una cantante puede llegar a ser mi sustituta la hunden», solía bromear la cantante, quien añadía entre risas, con su peculiar sentido del humor, que «nunca las segundas partes fueron buenas», recomendando a sus imitadoras que se creasen su propio repertorio porque, de lo contrario, cuando volviese Celia Cruz, ellas tendrían que irse.

Pero antes, tuvo que renunciar a su tierra, el lugar que había forjado en ella su arrolladora personalidad, tan vital, tan salvaje y seductora. Aunque nunca perdió en la sangre el calor que emanaba de sus raíces, Cruz acabó instalándose definitivamente en Estados Unidos en la década de los sesenta, tras el triunfo de la Revolución encabezada por el líder cubano, su gran piedra en el zapato. La recién llegada insurrección había cerrado discotecas, night-clubs y casinos, por lo que el 15 de julio de 1960, Celia Cruz salió de Cuba dando un portazo, junto a la orquesta La Sonora Matancera, camino a tierras mexicanas. Entre los miembros del grupo estaba el trompetista Pedro Knight, quien fue el marido de Cruz durante más de 40 años.

Celia Cruz, símbolo indiscutible de la música insular se mantuvo, sin embargo, siempre a distancia. Cantándole a su tierra desde otras coordenadas. Esforzándose por conservar la alegría cultural que impregnaba toda su piel. Y lo consiguió. Además de los grandes aplausos musicales recibidos a lo largo y ancho del mundo, y de ese magnetismo que lograba que todas las mujeres intentasen mover las caderas como ella, Celia Cruz fue la primera hispana y también la primera mujer de raza negra en presentarse en el Carnegie Hall, participó en numerosas películas, entre otras Los Reyes del Mambo y consiguió el Récord Guiness en el Carnaval de Santa Cruz de Tenerife de 1987 al convocar a 250 mil personas.

Inconfundible, extrovertida, carismática y extravagante en el escenario, Celia Cruz exportó al mundo la salsa, ese ritmo bastardo, mezcla de sonidos afrocubanos y jazz, y se convirtió en representante internacional de una isla donde su música estaba prohibida, aunque era escuchada con el volumen no muy alto en muchas de las casas, ventanas cerradas y llaves echadas. Con el paso del tiempo, como muchas cosas en Cuba, Celia Cruz fue finalmente tolerada e incluso salió de esa «lista negra» de artistas proscritos cuya existencia nadie nunca confirmó. Cuando la reina de la salsa murió en Nueva York, la enterraron sin embargo con un puñado de tierra de Cuba, a la que no pudo regresar nunca.
lavozdegalicia.es
 
Top