Foto: Irma Gallo |
Habla el veterano periodista en un seminario que, en Academia esquina con Periodismo, reúne a representantes de organismos civiles, de empresas de medios patrocinadoras, investigadores, periodistas en activo y estudiantes.
Miembro de la vieja guardia, el periodista especializado en América Latina desestima la fuerza de las redes sociales en las rebeliones populares. Tomando el caso de Irán, asegura: Puedes contentar a la población con un juguete, pero si fuera de tu dispositivo móvil no tienes fuerza para sustentar esa libertad, eres simplemente un preso que tiene derecho a soñar en su prisión. Tal es la diferencia entre la libertad virtual y la real.
Muchos, en el seminario internacional El estado del periodismo y los medios, lo siguen en sus dispositivos móviles. Y ahí niegan periodistas mexicanos que, como dice Anderson, el periodismo narrativo sea la madre patria de la comunicación.
¿Los blogs? Bah. ¿Twitter? Apenas señales de humo, titulares. Yo estoy aquí por mis crónicas, no por las redes.
¿Una buena crónica? “Consiste en explicar el mundo, al menos una partecita del mundo… A veces una buena crónica larga, honesta, nos puede cambiar la vida”. Se alzan algunas cejas y no falta la pregunta sobre la especie en extinción que tiene en el periodista californiano una de sus figuras emblemáticas.
Contra el periodismo activista
Plato fuerte del seminario organizado por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y un conglomerado de ONG y medios del más diverso tipo, Anderson ha abierto boca con el debate sobre la objetividad periodística que sostuvieron Bill Keller, ex editor de The New York Times, y Glenn Greenwald, autor de buena parte de las notas basadas en los documentos entregados por el ex analista de la CIA, Edward Snowden, materiales que han desatado un escándalo mundial al parecer sin fin.
Anderson toma partido por el ex editor del Times. Como él, recelo de la gente que por tener documentación tiene poder.
Ya a estas alturas, los dardos del agudo cronista han alcanzado a las principales figuras de lo que llama el periodismo activista. Le incomodan sus figuras: “uno (Julian Assange) asilado de un gobierno que es por lo menos controversial en materia de libertad de expresión (Ecuador); otro (Snowden), en el santuario de Putin, cuyo gobierno no sólo reprime, sino mata periodistas; y uno más que vive en Brasil (Greenwald).
El cronista de The New Yorker deja en otro costal los abusos de la NSA y se despacha incluso contra Google y Facebook, que entran en nuestras vidas de modo aparentemente inocente. Ya en esa ruta, es particularmente crítico con otra red social, Twitter, una torre de Babel que lleva el debate a su nivel más bajo. Si aquí alguien comienza a gritarme probablemente lo saquen a patadas, o por lo menos rápidamente, pero en Twitter no hay quien lo saque.
Algunas pistas del seminario, que hoy concluye, se pueden seguir en Twitter: #EstadodeMedios. De ahí, por ejemplo, se puede acceder a la declaración de intenciones: “…el cambio político en México durante las últimas décadas ha generado una amplia discusión en torno a qué clase de relaciones no queremos que haya entre la prensa y el poder y la prensa y el dinero, pero no tanto una discusión sobre la clase de relación queremos que haya entre la prensa y la ciudadanía”.
El debate se centra, al menos del lado de la academia, en la relación prensa-poder. El ex consejero presidente del Instituto Federal Electoral, Luis Carlos Ugalde, exige acabar con la publicidad gubernamental que no tiene más fin que el intercambio de favores con un medio.
Darío Ramírez, de Artículo 19, pone sobre la mesa una frase fuerte: El estado del periodismo es catatónico. Se refiere al periodismo mexicano, aunque en la mesa, dadas las diversas nacionalidades de los ponentes principales, se habla de la situación mundial.
El estado del periodismo nacional es puesto en la mesa por Ramírez, con dos imágenes que, a su juicio, lo definen: lo que llama nado sincronizado de los medios en la cobertura de la reciente tragedia climática (Enrique Peña Nieto en todas las portadas, todos los días) y la fotografía del granadero encendido que muchos medios destacaron el pasado 3 de octubre (cosa que no me parece casualidad).
En la discusión vespertina, las portadas llevan a los 39 mil millones de pesos que el gobierno de Felipe Calderón gastó en medios y a la promesa de legislar la publicidad del actual gobierno.
En el ir y venir de números se extraña la ausencia de un tema central para el periodismo que se ejerce aquí: que según todos los organismos internacionales México es uno de los países más riesgosos para los trabajadores de los medios.
El tema se toca brevemente, como si 2013 no fuera, según Artículo 19, uno de los años más violentos contra la prensa mexicana.
La Jornada