Ciudad de México.- El miedo de morir sólo es superado por el temor de ser enterrado vivo. Muchas son las narraciones sobre la posibilidad de despertar un día en un ataúd debido a un episodio de catalepsia. Ésta es una enfermedad nerviosa caracterizada por una pérdida de la movilidad voluntaria y rigidez plástica de los músculos.
De acuerdo con los expertos, el estado cataléptico puede aparecer como síntoma de la epilepsia, narcolepsia o esquizofrenia y, en ocasiones, en el trastorno de conversión, una forma de desorden mental.
Aunque las funciones circulatorias, respiratorias y digestivas continúan en la persona, pueden disminuir hasta hacerse imperceptibles. En estos casos, la catalepsia se parece a la muerte, pero las pruebas rutinarias son suficientes para distinguirla de ella, aunque haya desaparecido la sensibilidad al dolor o al calor.
La catatonia constituye una afección que presenta una característica clínica precisa. El enfermo se presenta como doblado sobre sí mismo. Si se lo elonga, su flexión es tal que toma la postura de un feto, por lo que algunos sicoanalistas explican: “Esta actitud en flexión, si queremos enderezarla, se acompaña de una resistencia activa fuerte”. El semblante es pálido, debido a una vasoconstricción de los vasos y capilares de la cara. Si sumamos la desaparición de la vivacidad en la mirada, tenemos la impresión de encontrar un cadáver.
En la mayoría de los países latinoamericanos, se han difundido casos donde, aún dentro de la caja mortuoria e incluso en el mismo instante del velorio, los individuos se levantan y ante el susto de todos los presentes, vuelven a vivir.
Aunque estas ideas están presentes en el colectivo imaginario, pocos casos se han documentado científicamente. En México es muy común escuchar que el actor Joaquín Pardavé fue enterrado vivo, aunque sus familiares niegan esta versión.
Algunos investigadores a los que apasiona el tema opinan que las momias de Guanajuato son una clara muestra de ello, por las poses en las que se encontraron.
¿Cómo reconocer a la muerte?
Durante siglos, la ausencia irreversible de la función cardio-respiratoria espontánea determinaba la muerte del individuo. Sin embargo, con el desarrollo de los cuidados intensivos, sobre todo a partir de la segunda mitad del Siglo 20, fue posible suplir aquellas funciones reconocidas hasta ese momento como “vitales”.
Esto creó una revolución en el concepto de la muerte, cuando la atención se desplazó hacia definiciones basadas en considerar la pérdida definitiva de funciones integradas en el encéfalo.
“En el contexto actual se sigue usando el término muerte cerebral para caracterizar aquellos sujetos fallecidos, pero cuyas funciones cardiorespiratorias se mantienen artificialmente”, señala J. Korein, en su libro “El Problema de la Muerte Cerebral: Desarrollo e Historia”.
Pero ni las definiciones de la muerte ni la existencia comprobable de la catalepsia pueden explicar el mito tan difundido de los enterrados vivos, cuya inquietante popularidad parece haber dado origen al velorio de 24 horas, tal cual hoy lo conocemos.
Una flor de despedida
Las flores siempre han sido símbolo de delicadeza y distinción, por ello, siempre se da el último adiós a un ser querido con un arreglo o brindan una flor.
“El pie de caja, es uno de los arreglos más solicitados para despedir a nuestros familiares o amigos. Se elaboran con flores de Casa Blanca, rosas y gladiolas.
“Otros son de crisantemos y siempre blancos. Esto depende de la familia y del difunto, cuando son para mujeres grandes siempre los prefieren con flores de color y para niños siempre con muchos tonos, suaves”, explica Fernando Amezcua, de la florería Dina.
Agrega que las más solicitadas son las coronas, de todos tamaños. Otro arreglo preferido son los tripies y los de alcatraces, que se ponen a un costado del féretro..
“Otro es el cubre caja, se pone encima del féretro, ya que en ocasiones los familiares no quieren abrirla y ponen el arreglo, como cascada las flores con algunas hiedras”, comenta Amezcua.
El Universal