Los árbitros, jueces, referees, u otros oficiales de cualquier deporte, suelen ser duramente criticados ya que son ellos los que imparten “justicia” y califican el desarrollo de un juego o competencia. Por ello, la mayor de las veces dejan insatisfechos a uno, a varios atletas o incluso a un equipo completo que, por supuesto, es el que normalmente se ve perjudicado por una de sus decisiones. Para muchos, el fútbol es el deporte más universal y practicado en el planeta, y uno de los más populares en México. Debido a lo anterior, también es el deporte más controvertido y polémico; consecuentemente, los árbitros (que guían el destino del juego) suelen ser el “centro del huracán” en las controversias deportivas. Desde la clásica “cascarita”, el fútbol “llanero”, la liga estudiantil o amateur, todos hemos jugado un partido de fútbol y todos, por lo menos una vez, le hemos lanzado recordatorios familiares al árbitro en turno.

Reza un dicho que ser árbitro de fútbol es la profesión que ninguna madre quiere para su hijo... explicarlo está de más. Sin embargo, si le dijésemos a alguien que obtendría en promedio 100,000 pesos al mes por “pitar” cuatro partidos de Primera División, seguramente lo pensaría un poco y, quizá, hasta se le “resbalarían” todos los “cortes de manga” perpetrados por miles de aficionados iracundos ante una marcación suya.

En México, esa cantidad (100,000 pesos) es la que puede percibir un silbante de la Primera División por actuar de juez central durante cuatro fines de semana (por cada partido reciben 25,000 pesos); cantidad que, claro está, puede disminuir en virtud a que los hombres de negro son evaluados por la Comisión de Arbitraje de la Federación Mexicana de Fútbol después de cada partido, por lo que de haber cometido errores significativos podrían ver reducidos sus honorarios, sin que, en ningún caso, desciendan más allá de 20,000 pesos por partido.

De cualquier modo, un árbitro central de fútbol de Primera División en México puede percibir en promedio entre 80,000 y 100,000 pesos mensuales, siempre y cuando actúe los cuatro fines de semana. Se trata de una cifra respetable y muy por encima del salario promedio de casi cualquier mexicano, profesionistas incluidos. De acuerdo con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, más del 64% de estos trabajadores obtienen en promedio 10,000 pesos al mes (nueve veces menos que un árbitro profesional). Y ofrece el siguiente dato: a principios de este año, los ingresos mensuales de los más de siete millones de profesionistas ocupados en el país promediaron 10,340 pesos.

Ahora bien, cruzando los datos de la STPS con algunos profesionistas consultados, en México aproximadamente 50% de los abogados percibe un salario mensual de entre 10,000 y 20,000 pesos, si bien existe otro rango de litigantes que devengan entre 20,000 y 30,000, y algunos más —los menos— superan los 60,000 pesos, dependiendo, en cualquier caso, de los despachos en los que laboren y el tipo de clientes que atiendan.

Existen médicos generales con salarios de 5,000 a 15,000 pesos en pequeños consultorios, si bien en promedio los médicos con especialidad perciben entre 20,000 y 30,000. En el caso de los arquitectos, sus sueldos pueden ir de 15,000 hasta 60,000 pesos, o más, dependiendo del despacho y los proyectos. Puestos a comparar, incluso el sueldo de los silbantes es muy similar al de un Diputado Federal, que sin prestaciones percibe 105,378 pesos al mes.

Ciertamente los árbitros de fútbol se han vuelto profesionales de su trabajo, pues hay quienes incluso trabajan tiempo completo, y en favor de ellos se puede decir que su salario va de acuerdo con la liga deportiva que más dinero genera en el país. Y hablamos de un exclusivo y selecto grupo de 20 a 22 hombres que rigen los destinos del balompié nacional.

Entre su gremio son los más agraciados económicamente, ya que los árbitros asistentes (abanderados) y cuartos oficiales perciben la mitad que ellos (entre 10,000 y 12,000 pesos), y no se diga en el universo de los aproximadamente 500 silbantes que integran las ligas de Ascenso y Segunda División, que obtienen un sueldo que no se compara en nada. Mucho se podrá argumentar que su salario es perfectamente justificable, sin embargo, la crítica deportiva especializada ha cuestionado el accionar de estos hombres y el nivel que ejercen en el de por sí cada vez menos espectacular fútbol mexicano.


¿Profesión sobrevalorada?

Curiosamente, justo en el momento en que ser árbitro supone un oficio o una profesión de élite, el desempeño del gremio no se halla a la altura de las expectativas que genera. “Tristemente el arbitraje mexicano está en crisis”, asegura Bonifacio Núñez, uno de los silbantes con mayor personalidad que ha tenido el balompié mexicano. “Y lo está porque siempre he creído que debería ser como una caja de cristal a la que todos pueden asomarse y ver por todos lados, pero, eso sí, nadie puede meter la mano. Y ha metido mano gente que ni siquiera sabe y que no tiene la más remota idea de lo que es el arbitraje”.

Felipe Ramos Rizo, árbitro mundialista en Corea y Japón 2002, no opina muy distinto de Núñez: “Creo que en el arbitraje hay una crisis general, una crisis de dirección y una crisis de árbitros, es decir, es una cadena que viene desde muy arriba hasta llegar a los árbitros de Primera División, y que arrastra todo porque, además, no hay buenos instructores”.

Miguel Ramos Rizo, hermano de Felipe y uno de los mejores árbitros asistentes de los que se tenga memoria, argumenta que durante parte de la década de 1960 y hasta 1988, con Javier Arriaga al frente de la Comisión de Arbitraje, se trabajó en gran forma y de ahí salieron silbantes de la talla de los hermanos Arturo y Eduardo Brizio, Armando Archundia, Felipe Ramos Rizo y Gilberto Alcalá, quienes fueron referentes en esa época. Sin embargo, asegura que después de ellos comenzó la crisis.

“La peor época del arbitraje comenzó con la llegada de Arturo Yamasaki; el profe ya no pudo con el paquete, y hay que mencionar también a Aarón Padilla y hoy a Rafael Mancilla… Todo ha sido un desastre con excepción del periodo intermedio de Edgardo Codesal”.

Malos arbitrajes, marcaciones incorrectas, no de apreciación sino de ejecución, deficiente conducción de los partidos y poco criterio, son los puntos en los que coinciden los hermanos Ramos Rizo y Bonifacio Núñez. ¿Por qué se llegó a estos niveles y a esta situación? “Dejaron de buscar talentos”, apunta Felipe Ramos.

“De repente vemos árbitros en Primera División que llegan con 15 partidos de la División de Ascenso y así es imposible que puedan figurar. Los procesos no están bien planeados, quieren hacer árbitros de manera urgente porque se están acabando. Hoy te puedo hablar de sólo tres regulares: Marco Rodríguez, Roberto García Orozco y Francisco Chacón; todos los demás, los otros siete internacionales, ¡no sirven!, y no mencionemos a los restantes que no tienen gafete de la FIFA. Dan los gafetes sólo por darlos, por llenar el requisito de los diez árbitros internacionales… Antes había un seguimiento”.



 
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