Ciudad de México.- La figura de la madre es enaltecida en la cultura mexicana y con razón. Pero cuando es una adolescente quien pasa por ese proceso, la creación de una nueva vida deja daños colaterales para la joven madre y para quienes la rodean. Ningún bebé tendría que ser criado por una niña y ninguna menor de edad debería tener esa carga.
México ocupa el primer lugar entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) por embarazos en menores de 19 años. La pobreza generalizada, la aceptación del matrimonio infantil en comunidades rezagadas, la presión familiar y la deserción escolar son las principales causas del problema.
El trato específico que a las niñas se suma a un fenómeno general en todos los sectores: 55% del total de embarazos son no deseados, de acuerdo con el estudio Embarazo no planeado y aborto inducido en México: causas y consecuencias, elaborado por investigadores de El Colegio de México (Colmex) y la UNAM.
Se da por sentado que los estudiantes tienen hoy más herramientas para reducir la posibilidad de embarazos que en el siglo XX: ha aumentado la apertura con la que se habla de sexualidad, el analfabetismo es menor al 10% de la población, en zonas urbanas internet se ha masificado, así como la información que se provee a través de los medios de comunicación. Además, la anticoncepción de emergencia fue incluida dentro del cuadro básico de medicamentos desde 2005. Con todo, la realidad es que el porcentaje de embarazos en mujeres menores de 20 años se mantiene en 18% —una de cada seis— desde 1990, hace dos décadas.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, 95% de las adolescentes conoce alguno de los muchos métodos anticonceptivos que existen. A pesar de ello 9 de cada 10 tuvieron su primera relación sexual sin protección.
Algo está sucediendo entre parte de los menores de 19 años que los hace inmunes a la prevención. El siguiente paso de las autoridades sanitarias y educativas debería partir, entonces, de la comprensión de este fenómeno. Repartir anticonceptivos, proveer folletos y dar clases de anatomía ya no basta.
El Universal