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Ciudad de México.- “Te vamos a matar. Te vamos a matar. Te vamos a matar”. El director del diario mexicano Noroeste de Sinaloa, Adrián López, describía así la mañana de este viernes el ataque que sufrió la madrugada del jueves desde su cama de hospital. En una entrevista con el periodista Ciro Gómez Leyva, la primera que ha concedido desde el atentado, López subrayó que sus agresores dispararon contra sus piernas con toda la intención. “Si hubieran querido matarme me habrían disparado al tórax o a la cabeza”.

En el día después del ataque, uno más en el largo listado de amenazas, agresiones y asesinatos contra periodistas en México, el periódico que López dirige publicó un contundente editorial titulado “Callar no es opción”. El texto denuncia que en Sinaloa, el estado que da nombre al cartel más poderoso del país, liderado por Joaquín El Chapo Guzmán, detenido en febrero pasado, impera el silencio.

“Silencio para conservar la vida, cerrar la boca para no sufrir represalias, es el principio que guía a muchos sinaloenses, desde el padre de familia que teme consecuencias si se queja del director de la escuela, desde el vecino que se resigna a los malos servicios públicos o hasta el mismo maestro universitario que no se atreve a cuestionar a su rector para no perder su trabajo”, describe el artículo.

El 98% de los crímenes que se cometen en México permanecen impunes
El Consejo de Administración del periódico, además, ha publicado hoy en las páginas de los principales diarios del país un mensaje en el que responsabiliza al gobernador de Sinaloa, Mario López Valdés Malova, de las agresiones. “Si no son órdenes suyas, son obras de gente que intenta quedar bien con su superior”. El director de Noroeste relató en la entrevista de esta mañana que, durante el atentado, insistía a sus agresores que lo estaban confundiendo y que los atacantes le repetían que no.

El gobernador de Sinaloa sostuvo en una rueda de prensa también esta mañana que el ataque contra el director del diario sinaloense, un medio que ha recibido 90 amenazas y sufrido 67 ataques en los últimos años, no se debió a su profesión y que era “un asalto” como “hay decenas todos los días” en México.

Los asesinatos contra periodistas han convertido a México en uno de los países más peligrosos para ejercer este oficio en el mundo, según ha denunciado Reporteros Sin Fronteras. Desde 2007 han sido asesinados 50 periodistas. El expresidente Felipe Calderón anunció en 2009 la creación de una Fiscalía para proteger a los reporteros y Enrique Peña Nieto amplió la propuesta con la fundación de un mecanismo con el mismo objetivo. Las propuestas gubernamentales no han producido ningún resultado y si es que existe, al menos no se ha difundido.

El secretario de Gobernación (ministro de Interior), Miguel Ángel Osorio Chong, admitió ayer frente al secretario general de Reporteros Sin Fronteras, Christopher Deloire, que el mecanismo era “un fracaso” y prometió “reestructurarlo”.

La gran mayoría de las muertes y agresiones, además, no se castigan y sus responsables permanecen libres. Organizaciones No Gubernamentales e investigaciones independientes han denunciado los múltiples fallos en las investigaciones que la Fiscalía mexicana sigue para esclarecer los crímenes.

Un colectivo de periodistas independientes denunció hace un par de semanas las lagunas en el caso para resolver el asesinato del periodista Gregorio Jiménez, a quien sacaron de su casa unos desconocidos y después hallaron muerto en una fosa en Veracruz, al este de México, al otro extremo del país.

La Fiscalía veracruzana anunció con una velocidad inédita en México, donde el 98% de los crímenes permanecen impunes, la detención de unos hombres supuestamente involucrados en la muerte del reportero. Los periodistas denunciaron que los detenidos sufrieron torturas antes de su declaración ante el juez. El gobernador de Veracruz, Javier Duarte, un estado en que han matado a 10 periodistas en los últimos tres años, rechazó también que el crimen estuviera relacionado con el oficio de Jiménez y su Gobierno insiste en que se trató de “una venganza personal”.
El País

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