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Chihuahua.- “Yo estaré a tu lado, solo no estarás, yo te he elegido, no lo dudes más, y sé muy bien que en ti puedo confiar, el mensajero de mi amor serás…” Los tristes acordes de la pieza de Felipe Ventura del Seminario de Chihuahua acompañaban el dolor por la despedida de un joven seminarista, asesinado sin más razón que el “se me hizo fácil”.

La iglesia de la Divina Providencia se llenó de rezos tristes, de lamentos y dudas, lo mismo de amigos y familiares que de compañeros del seminario y de desconocidos que también acudieron este jueves a dar el último adiós a Samuel Gustavo Gómez Veleta, el joven seminarista de Aldama fallecido el domingo por la noche a manos de hombres en estado de ebriedad, a quienes les resultó muy fácil hacerse de su celular y su auto, antes de terminar su existencia de un balazo. Así como acaban muchas vidas en Chihuahua. 

Aplausos, cantos y lágrimas, llenaron la misa que encabezó el arzobispo de Chihuahua Constancio Miranda, y el rector del Seminario Menor Martín Barraza, y que de vez en cuando era irrumpida por los fuertes sollozos de una madre que tardará mucho tiempo en entender por qué un hijo debe despedirse así.

El recinto lleno daba cuenta del repudio que causó en la sociedad la muerte del joven seminarista que cursaba apenas su segundo año y servía en la parroquia de Aldama, donde una familia lo vio por última vez la noche del domingo y tres ahora presuntos culpables, coincidieron con él en un instante funesto, de esos que se registran por decenas cada día, y de los que pocos trascienden tanto como para incluso pedir la intercesión del mismo Presidente de México y del gobernador del estado, tal como lo hizo el arzobispo, y que despertó algunas crítics de que para el arzobispo no todas las muertes son iguales.

“Por todos he pedido siempre” dijo al serle cuestionado, “por tantos hombres y mujeres que en nuestro estado han muerto víctimas de la violencia, ya no puede ser posible; por todos cada domingo que nos encontramos con estos hechos dolorosos, de feminicidios, de adultos, niños indefensos, y todos, y no sólo la vida humana, sino de toda forma de vida que se ha deteriorado en esta sociedad que nos hemos acostumbrado pues a matar la vida”.

En las primeras bancas de la iglesia jóvenes seminaristas vestidos de blanco eran parte de la despedida masiva para quien murió en un asalto por escasos 300 pesos y un auto que finalmente fue abandonado allá por Cuauhtémoc, cuando quizá los autores despertaban de ese sopor en el que dicen se encontraban y que desde luego no justifica sus acciones.

Quizá por ello para el arzobispo una de las principales causas de tanta violencia en el estado, es que “vemos más expendios en cada esquina que escuelas y no es malo que se consuman, sino que debe haber una moderación para luego no encontrarnos con hechos lamentables como estos”, en los que “unos alcoholizados, unos borrachos que dijeron tres días pasaron de borrachos e hicieron esto”, que dejó a una familia incompleta y a una sociedad con una herida más.



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