Nueva York, EU.- En marzo de 1978 se produjo un secuestro en el lago Lemán: los captores pedían 600 mil francos a cambio de devolver al rehén, que no era otro que el cadáver de Charles Chaplin. Dos meses después de su muerte, el cuerpo del actor protagonizó una aventura digna de alguna de sus últimas películas. Pero también la vida de Chaplin, de cuyo nacimiento se cumplen 125 años hoy, fue cualquier cosa menos tranquila.
Su verdadero nombre, Charles Spencer Chaplin, suena elegante, pero ni siquiera el lugar de su nacimiento se conoce con exactitud. En la mayor parte de las biografías se dice que vino al mundo en Londres, pero ni los servicios secretos lograron encontrar una partida de nacimiento.
El pequeño Charlie era pobre, su madre sufría una enfermedad psíquica y su padre era alcohólico. Pero tenían un pequeño teatro y su primera actuación la hizo con tan sólo cinco años.
Por aquel entonces, Hollywood era un lugar polvoriento de Los Angeles en el que se hacían películas. O mejor dicho, cortometrajes de unos pocos minutos, en muchos de los cuales un grupo de policías golpeaba todo lo que se le ponía por delante, lo que dio nombre a un género, el "slapstick".
También Chaplin apareció en esas escenas, pero ya en su segunda película interpretó a un vagabundo de anchos pantalones, zapatos deformados, bigote, bastón y bombín. Había nacido Charlie Chaplin.
"El bastón representa la dignidad de la persona, el bigote la vanidad y los zapatos deformados las preocupaciones", dijo en una ocasión.
Sus honorarios eran de 175 dólares a la semana, pero pronto se hizo cargo también de la dirección y en 1915 vio la luz "The Tramp" ("Charlot, vagabundo"), su primera obra maestra, un éxito que traspasó fronteras.
"Soy conocido en partes del mundo en las que la gente ni siquiera ha oído hablar de Jesús", afirmó. Y tenía razón. Incluso algunos monarcas reconocieron que les gustaba el vagabundo y alabaron a Chaplin. El actor inglés, nacido en la pobreza, se convirtió en la primera estrella mundial de Hollywood. Un cine de Nueva York llegó a proyectar durante nueve años seguidos sus películas, con una única interrupción: cuando se incendió el edificio.
"Todas mis películas se basan en la idea de ponerme en dificultades para después tratar desdesperadamente de comportarme como un pequeño caballero normal". Y esa era precisamente la receta de su éxito: Chaplin era siempre el bueno, el simpático, el pequeño... pero que a pesar de todo no se dejaba doblegar. Y el que, al final, lo único que tenía era su dignidad.
Con "Vida de perro" ("A Dog's Life") y sobre todo con "El chico" ("The Kid"), logró emocionar a millones de personas hasta las lágrimas. Y con "El circo" ("The Circus"), "Luces de la ciudad" ("City Lights") y "Tiempos modernos" ("Modern Times") rodó entre 1928 y 1936 y de forma consecutiva tres películas que todavía hoy muchos críticos consideran grandes obras de la historia del cine.
Eran películas mudas, en un tiempo en que el mundo entero se desvivía por las cintas habladas. Y cuando Chaplin dio el paso a la palabra, logró una de las sátiras más brillantes de la historia del séptimo arte: "El gran dictador" ("The Great Dictator", 1940).
Los nazis se vengaron con lo que para ellos era el peor de los insultos: afirmando que Chaplin era judío, como propagó el Ministerio de Propaganda. No era verdad, pero Chaplin ni se inmutó. Estaba ocupado con sus películas, en las que ya era actor, director, guionista, productor e incluso compositor.
Todavía haría otras dos películas hasta 1952, las últimas que produjo en Estados Unidos. Y es que al actor y director británico se lo veía cada vez con más desconfianza a ese lado del Atlántico. Por un lado, se negó a boicotear a los comunistas en plena Guerra Fría. Además, sentía predilección por las mujeres jóvenes, demasiado jóvenes. Sus dos primeras esposas tenían 16 años cuando se casó con ellas. Cuando se casó por cuarta y última vez tenía 54 años y su esposa, Eugene O'Neill -hija del Premio Nobel de Literatura Eugene O'Neill- apenas había soplado las velas de su 18 cumpleaños.
Durante una de sus estancias en Europa, el FBI le prohibió volver a Estados Unidos. Chaplin se vengó con "Un rey en Nueva York" ("A King in New York"), en la que interpretaba a un ex monarca europeo invitado por el Senado estadounidense que se enreda en una mangera de incendios y acaba mojando a todos los políticos. La película, rodada en 1957, no pudo verse en Estados Unidos hasta 1973.
Para esa fecha Chaplin acababa de recoger su segundo Oscar honorífico, pero apenas podía ya andar. Sus últimos años los pasó en al lago Lemán, en Suiza, hasta que el día de Navidad de 1977 su muerte sacudió al mundo.
Por Chris Melzer/DPA
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