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En la entrada de la Aldea Digital, una pantalla esférica 
refleja el mundo. En las mamparas adyacentes están inscritas 
cifras como el número de fotos que se suben diariamente a 
Facebook. O los tuits mundiales por segundo


Por Guillermo Osorno: Ayer por la tarde, una señora que salía del Metro, estación Zócalo, comenzó a explicar a sus dos hijos la leyenda de los mexicas que partieron de Aztlán en busca de la tierra prometida y la encontraron justo en ese lugar por donde caminaban; el Zócalo capitalino, el lugar a donde se ha ido a instalar la Aldea Digital Telmex, el destino de la señora y sus hijos.

El cielo estaba encapotado y hacía un calor húmedo. A diferencia de los tumultos del domingo provocados por la conferencia del bloguero chileno German Garmendia, que resultaron en empujones y la caída de una valla, ayer por la tarde la Aldea Digital estaba relativamente vacía. La señora de la leyenda de los mexicas y sus hijos pasaron por un detector de metales y entraron a un salón agradablemente enfriado por aire acondicionado. Caminaron por una especie de laberinto de vallas, en medio de pantallas desde donde se transmitían entrevistas con usuarios de internet (reales o ficticios, quién sabe). Uno de ellos decía: “si no tuviera internet, estaría muy triste”.

Bienvenidos al mundo de Infinitum y Telcel. Un aviso advertía que, una vez traspasado ese umbral, estas compañías podían hacer uso de tu imagen. Luego, en el área de registro, un joven interrogaba a la gente preguntándole por su correo electrónico, edad, teléfono celular y escolaridad.

Justo en la entrada, una pantalla esférica reflejaba el mundo. Muchas personas se sacaban una foto en pose de sostener la esfera. En las mamparas adyacentes estaban inscritas algunas cifras, por ejemplo, el número de fotos que se suben diariamente a Facebook. O los tuits mundiales por segundo.

Se supone que esta aldea tiene tres beneficios: acceso a una velocidad impresionante (que contrasta fuertemente con el servicio comercial de Infinitum), conferencias y cursos de cultura digital. Ayer, el aula que tenía más cola era la de robótica, pero el aula dedicada a “mi primer acercamiento a la computadora” estaba llena, así como “Mi primer correo electrónico”. Otras aulas tenían cursos más bien arcanos, como “Tu tienes la solución para la ciudad y su entorno” o “Asume valores”.

En cuanto a las conferencias, un hombre colombiano mostraba fotos de gente usando aparatos móviles, y argumentaba que no estaban idiotizados, como frente a una televisión, sino participando en una gran conversación.

¿Y qué es lo que la gente miraba en los cientos de computadoras dispuestas en medio del salón? Un video de Tv azteca, las siete fotografías de espectros más aterradoras, el sitio “Yo le pregunto a un pastor”, un video de Youtube que mostraba a un oso polar en una alberca particular, así como otro video titulado “Márquez haciendo historia”, que mostraba imágenes del famoso boxeador mexicano.

La gente se veía feliz. El mensaje es totalmente positivo y nadie se pregunta sobre los pavorosos desarrollos recientes de internet, como el esfuerzo de Dilma Rousseff por imponer un control gubernamental sobre la red o las nuevas sentencias a Bradley Manning, el soldado americano que difundió evidencia del espionaje masivo del gobierno de Estados Unidos.

Pero para mi, lo más impresionante sigue siendo que cerca de las seis de la tarde, un grupo de soldados armados con metralletas salieron de Palacio Nacional y se apostaron alrededor del asta bandera, frente a las tiendas de campaña de la Aldea Digital. Luego, se escuchó el redoble de los tambores. Entró la banda de guerra sonando las trompetas. El Zócalo se llenó de dignidad marcial. Los soldados hicieron descender la bandera, mientras 12 elementos enrollaban el lábaro patrio, en un acto casi de circo, pues no debe de tocar nunca el suelo.

Con la bandera al hombro y acompañados una vez más por los tambores y las trompetas, los soldados marcharon de regreso al palacio, mientras cientos de personas alzaban sus teléfonos celulares para grabar el monumental instante patrio y, por qué no, también digital.

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