**Mientras unos abren negocios en Plaza del Sol o en el Centro Histórico, otros, al otro lado, son cesados de su trabajo por hablar fuerte, por decir la verdad dicen, porque en Chihuahua el solo intento de hacer periodismo es a veces penado con la rescisión de contrato, tal como se dio a conocer ayer a través de las redes sociales en un caso nuevo de censura.
La diferencia entre uno y otro es abismal, unos han convertido el periodismo en una práctica mercantil que les deje jugosos dividendos, aunque en el camino pierdan precisamente la esencia social y útil que debe tener el periodismo, mientras los otros luchan por hacer un periodismo social señalando fallas y cuestionando faltantes, aunque en el camino pierdan precisamente la oportunidad que debiera ser un medio de comunicación para hacerlo.
Ahora le tocó a un reportero de Tv Azteca, por "decir comentarios en Facebook sobre el gobernador y el presidente municipal" acusó en una publicación que ha sido compartida ya más de 500 veces y tiene hasta ahora más de dos mil "likes".
Gabriel Ortega es sólo uno más a quienes las tijeras de la censura han alcanzado, porque en Chihuahua puede hablarse de todos "supuestamente" menos de los más altos mandos, y como ejemplo, lo ocurrido con un camarógrafo del Canal 28, a quien primero obligaban a ofrecer disculpas por exhibir a un alcalde que siempre quiso "ser pescado" y luego se quedó sin trabajo.
A unas porque "publican mucho del PAN", a otros porque "dice mucho de la deuda que no es deuda, pero se debe", a otros tantos por "decir cosas "incorrectas" en su Facebook". En Chihuahua la libertad de expresión se queda en un mero desayuno anual, en el discurso, en el anhelo. Triste.
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