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Chihuahua.- Junta sus manos, cierra los ojos y espera de verdad un milagro, cansado de escuchar cada noche los tiros y las sirenas. El niño, como tantos otros, también cree que una oración, una cartulina, una marcha, puedan ayudar a cambiar el clima hostil que vive Chihuahua desde hace algún tiempo ya.

Catalogado como uno de los estados más heridos en esta guerra contra la delincuencia, Chihuahua se ha convertido desde hace tiempo en el escenario de marchas, oraciones masivas, conferencias, lanzamiento de campañas, todas prometiendo la solución a los problemas de inseguridad y violencia que se viven hoy día; actos generalmente de buena voluntad, todos estos actos se caracterizan por la confianza y credibilidad que la sociedad chihuahuense deposita en ellos.

Primero llegaron de Colombia: el alcalde de Medellín Sergio Fajardo quien compartió su “fórmula” para quitarle a su ciudad el estigma de la más peligrosa del mundo; y poco después el ex sicario de Pablo Escobar, John Henry Millán, quien dijo vivir en el estado desde hace 17 años, pero apenas unos meses comenzó a impartir conferencias en todos los escenarios posibles.

Después fue el francés René Mey cuya propuesta de que “con la unión de todos es posible restablecer la paz en Chihuahua”, resultó demasiado simplista para alguien de quien se dice puede curar hasta el cáncer.

En el camino pasaron Javier Sicilia, Lydia Cacho, Jhon Rick Miller, Manuel Frutos, todos tomando a Chihuahua como el escenario de la transformación, como el laboratorio de su misericordia, en el que se fundieran sus rezos y buenas intenciones, para dar como producto un Chihuahua mejor.

En este desfile de activistas y más, la sociedad chihuahuense, llena de niños, mujeres y hombres ávidos de fe, ha permitido y ha participado activamente y con agrado, en esos experimentos, como si viera en ellos una oportunidad real y definitiva de dejar atrás sus temores y sus problemas, como si únicamente a través de ellos fuera a concretarse una respuesta contundente de la autoridad.

Para el siquiatra y escritor Alfredo Espinosa la situación se entiende a través de la evolución que se ha generado en las personas, sobre sus creencias y expectativas.

“Antes, en muchas otras épocas, había muchos santos en quien poder depositar una fe y una convicción. Ahora como los santos están en una especie de declive, vienen estos estigmatizadores verbales, estos personajes capaces de intuir cosas y la gente confía aunque la mayoría resultan ser charlatanes”, explica.

Y mientras el diputado panista Alejandro Pérez Cuellar señala como positivo que haya distintas expresiones por parte de diferentes personajes sobre el grave problema que hay en Chihuahua, y a quienes “se les agradece que vengan al estado a remover la consciencia para ponernos a trabajar para salir de este bache”; su compañero de bancada en el Congreso del Estado Héctor Ortiz, descalifica “cualquier tipo de expresión de que con declaraciones nada más, nos van a decir cómo se va a sanar Chihuahua. Lo interesante sería que trajeran propuestas tangibles de cómo ponernos a trabajar todos en conjunto”.

Llama la atención que sea precisamente el coordinador de los panistas, quien replique lo señalado por el gobernador del estado César Duarte de que la periodista Lydia Cacho “no conoce el estado”, ante la crítica que le hizo de tener un gobierno insensible, siendo secundado también por el dirigente municipal del Partido Revolucionario Institucional Pedro Domínguez.

Además para Ortiz ha quedado claro que “Chihuahua no necesita ser laboratorio de ninguna persona que ni siquiera vive aquí. Si bien pueden ser atendibles algunas propuestas que se puedan generar en algunos temas”.

En contraste, el coordinador príista en el Congreso del Estado Enrique Serrano, considera importante darle la bienvenida a “todos los hombres de buena voluntad que vengan a Chihuahua a ofrecer su apoyo, su servicio, sus recursos muchas veces; siempre y cuando vengan de buena fe, debemos de recibir a todos los que vengan a ayudar”.

Hombres de buena fe

Para Espinosa el asunto va más allá de ser simples “hombres de buena fe” y les considera “trashumantes que generan un gran rating y un gran número de personas que los consideran instrumento de salvación y de sanación, enfermedades y males del alma”.

Por ello, no fue raro ver que se habilitaran un buen número de salas del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey Campus Chihuahua, además del gimnasio de gran tamaño, que Sergio Fajardo llenó a los pocos minutos de iniciada su ponencia hace algunos meses, en la que expuso de manera concreta, e incluso con diapositivas, cómo logró recuperar la ciudad de Medellín de la violencia y del crimen organizado.

Y en medio de un ambiente en el que ya la sociedad ha dejado de creer en sus autoridades, por la falta de resultados tanto en investigación de crímenes, como en garantizar la seguridad para la sociedad en general y para ciertos personajes en particular que manifestaron temor por su vida, como Marisela Escobedo y Fernando Oropeza Oaxaca; resultó significativo el lleno total registrado en los recintos donde el francés René Mey brindó su ponencia y sanación, a la que incluso asistió el propio gobernador.

Ahí, adultos y niños, ojos cerrados y manos unidas junto al corazón, se evadieron un momento, deseando con todas sus fuerzas, no que se acabara la violencia, al menos que se acabaran sus dolencias y que la voz en un español afrancesado de Mey, no se extinguiera tan pronto, para que la esperanza durara más.

La tesis de Espinosa lo confirma “la gente deposita su fe en ellos y la fe es salvadora inicialmente. No es un milagro que perdure, es solamente la fase de sugestión en su más alto poder a través de un lenguaje habilidoso. Porque solamente creyendo en ellos va a sucederles eso que tanto anhelan”.

Mención aparte merece John Henry “El Chino” Millán, que llamó la atención de medios, sociedad y autoridades por haber pertenecido al cártel de Medellín, como el segundo hombre del mayor capo conocido Pablo Escobar, y quien centró su propuesta en trabajar con niños y presos, para evitar la repetición de conductas delictivas y coadyuvar con la reconstrucción del tejido social, ayudando a los prisioneros en su reformación.

El relevo de figuras depositarias de la fe

Apenas hace unos días el predicador estadounidense John Rick Miller, logró reunir en el Parque el Palomar más de cinco mil chihuahuenses vestidos de blanco, rezando el Padre Nuestro a un mismo tiempo, a una sola petición, mientras por las calles aledañas urgentes circulaban las unidades de la Policía Municipal y del Ejército Mexicano, por el asesinato de otro agente municipal.

Antes fue el poeta Javier Sicilia y su Marcha por la paz, con justicia y dignidad que luego cambió a la Marcha del Consuelo, y que congregó a un buen número de personas desde el Monumento a la Madre hasta la Plaza Mayor, donde todo un proyecto nacional, de cientos de deudos de esta guerra contra el crimen organizado, concluyó de manera fácil, con la colocación de una placa honrando a una sola persona, en un estado donde se ha registrado el mayor número de ejecuciones en los últimos cinco años.

En sicología se entiende, dice Espinosa, por esa evolución que el hombre ha sufrido en sus creencias y en las figuras en las que deposita su fe, esa fe que todo ser humano necesita como una concreción de la forma de vida, y que va cambiando a medida que encuentra respuesta a esa creencia.

“Todos buscan, necesitan, creer en alguien, porque para la enfermedad, a veces la fe es lo único que queda. Lo malo es que la mayoría resultan ser charlatanes, pero entiendo que mucha gente tiene muchos deseos de creer porque ya no hay esas figuras en las que anteriormente se depositaba la fe”, detalla el especialista.

Para Pérez Cuellar esto sólo demuestra la inconformidad de la sociedad “la gente busca figuras más sociales, más ciudadanas, de alguna manera estamos desprestigiados los que estamos en política, y es natural que se dé este fenómeno de no creerles, por todas las historias que conocemos de desvíos, fraudes y demás”, reconoce.

Sin embargo, para Serrano las creencias no deben estar fundadas solamente en el aspecto político “tenemos otros ideales que van más allá de la política, cada quien tiene su propia definición filosófica y religiosa”; quizá por eso ya no sean los políticos las figuras de antaño que se veneraban como símbolo de rectitud y esperanza de desarrollo social.

Ortiz justifica esta poca credibilidad que tienen los actores políticos por “los debates estériles que se dan en todos los temas y situaciones, y en los que no vemos que haya un beneficio. La gente tiene que creer algo y si es en la organización de la comunidad, sí está bien, pero no en movimientos en los que se pueda confundir lo que hemos de hacer”.

Los riesgos de creerles a todos

Todos, activistas, sanadores, poetas, periodistas, ex alcaldes, han acudido a Chihuahua con su particular propuesta, de las que sin embargo, no se ha rescatado nada por las autoridades; y todos han sido recibidos por una sociedad abierta, confiada, que acude en masa a donde se les cite, para escuchar, para olvidar, para soñar.

El mayor riesgo que representa para la lastimada sociedad chihuahuense, de creer en todo lo que de afuera venga, es la desilusión, opina Espinosa “la derrota de esa fuerza interior que es la fe. Es la ilusión disipándose. Finalmente, la defraudación herirá su corazón, otra vez como antes lo hicieron los demás”.

Al respecto, disienten también Serrano y Ortiz. Mientras para Serrano no hay ningún riesgo, porque “la gente tiene un criterio bastante bien amplio, un nivel educativo y cultural suficiente para valorar cualquier propuesta”, para Ortiz el riesgo es que “de muchos de los líderes no sabemos cuáles son sus verdaderas intenciones, como por ejemplo Sicilia, que permitió otros grupos externos”, señala.

Para la maestra y diputada, Gloria Guadalupe Rodríguez, quien cuenta con una maestría en Ciencias Sociales, es necesario ser respetuosos de las manifestaciones de la sociedad, pero “a veces es una confusión muy tremenda la que nos dejan porque suceden cosas en otras partes del país, se generan movimientos y luego llegan a nuestros estados y cobijan situaciones contra los gobiernos”.

Considera importante que todos estos líderes sean auténticos “y no deben involucrarse más que con la causa que ellos traen porque es lo que ellos conocen y defienden”.

Por su parte, el maestro del Partido Nueva Alianza César Tapia, reconoce que “mucha gente aprovecha la condición de Chihuahua para llevar a cabo diferentes marchas contra la violencia”, y que “lo que la ciudadanía está buscando es que ya se solucione lo que está ocurriendo. Lo que todas estas organizaciones quieren es darle una muestra al gobierno, decirle un “basta” a la violencia y todas esas manifestaciones la gente las ve bien”.

Condición para ello es precisamente la organización “es buena la manifestación de la sociedad pero con un orden, con una congruencia con lo que eres y con lo que haces sin contaminarte de los problemas locales que hay en cada estado”, concluye Rodríguez.

La decisión, la creencia, la experiencia está pues en cada persona, en cada chihuahuense herido a su manera por esta guerra que cobra cada día su cuota diaria de muertos y deudos; cada quien decide si atiende o no las marchas, conferencias, campañas oraciones masivas, y la manera en que lo hace, porque cuando la autoridad ha fallado en todas las maneras posibles, lo único que a veces queda es la fe.

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