Tixtla, Gro. “Es una desaparición forzada, porque los policías municipales se los llevaron, nosotros mismos lo vimos”, repite contantemente Uriel Alonso, un joven estudiante de la Normal Rural de Ayotzinapa, que el viernes pasado pudo ocultarse entre dos camiones de la línea Estrella de Oro para luego caminar a un terreno baldío para esconderse de policías de Iguala y hombres de negro que aquel día dispararon contra los estudiantes normalistas.
Un día nublado en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos acompaña a familiares de los 38 desaparecidos que se reportaban, luego de la balacera y el presunto “levantón” contra jóvenes estudiantes, cometidos por 22 policías municipales de Iguala, municipio que gobernaba el perredista José Luis Abarca, a quien en el 2013, la Procuraduría General de Justicia de Guerrero investigó señalado como presunto autor intelectual del asesinato de tres activistas del Frente de Unidad Popular de Iguala, entre ellos su líder, Arturo Hernández Cardón.
Los alumnos de la Normal Rural están en huelga, aunque en los pasillos van y vienen jóvenes que aquí estudian y se hospedan, y esperan impacientes noticias de sus compañeros junto con habitantes de Tixtla, familiares de los no localizados.
A través de Facebook, Wilbert tuvo el viernes pasado el último contacto con su hermano Antonio Santana Maestro, 19 años, uno de los 38 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que aún está en calidad de desparecido.
“La última vez que tuve contacto por él fue por vía mensaje de Facebook, estábamos mensajeándonos, y le dije que iba a pasar a aquí a visitarlo, y él me dijo: ‘no, no pases, mañana vamos a andar fuera con algunas actividades y no vamos a estar?’ Y yo le dije ¿a dónde van a salir?, y ahí quedó la conversación”, relató.
El joven de 17 años y su abuela, sentados en la cancha principal de la Normal junto con otros familiares, dice que hay noticias de que los desparecidos están en Iguala y pronto aparecerán.
“Sí se ha sabido que ahí están ellos. Los vamos a hallar. Tienen también pensamiento para actuar, a menos de que les hayan hecho algo. Ahí sí es para culparlos a ellos (las autoridades)”, comenta.
A un costado del edificio principal de la Normal, donde se lee: “nos podrán faltar recursos pero nunca nos faltará la razón”, está sentada Nancy Campos, hermana de José Ángel Campos Cantor de 28 años, quien era albañil, pero en agosto ingresó a la licenciatura de Educación Primaria en la Normal, y es uno de los desparecidos.
Nancy comenta que su hermano y los otros estudiantes no localizados hacían un “boteo” en Iguala por necesidad, no por hacer mal. “Que hagan algo de su trabajo, que los busquen, los encuentren, que no dejen eso así, porque ellos son chamacos que quieren salir adelante y lo hacen por sus necesidades de aquí de la escuela, no por andar haciendo males”.
Algunos padres de familia salieron de aquí a Chilpancingo a interponer una denuncia penal por la desaparición de su familiar y cuatro días después de la balacera, personal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) comienza sus diligencias con los familiares y personal docente.
Por ahí aparece Uriel Alonso, un joven que pudo escapar aquel viernes negro, y ahora celebra que algunos de sus compañeros hayan regresado a casa, aunque de los 25 o 30 que se llevaron los policías municipales, nada se sabe.
“Todos corrimos a salvarnos, a escondernos, y fue cuando afortunadamente algunos compañeros, como en mi caso, teníamos batería en el celular, les marcamos al secretario: estamos a dos, tres cuadras del lugar, vénganos a traer, y así se fueron juntando grupito tras grupito, y así fue como localizamos a los compañeros.
“De los que se llevaron los municipales, de esos sí no hemos sabido nada, no hemos tenido contacto con nadie y (los que aparecieron) son los que corrieron. Y de los que sí se llevaron, alrededor de 25 0 30 compañeros, de esos sí no ha habido noticia.
“Eso es lo que nosotros acusamos desde el principio, que es una desaparición forzada porque se los llevaron, nosotros mismos vimos cuando se los llevaron. Incluso, cuando estábamos tratando de grabar, nos disparaban para que no lo hiciéramos”, relató.
Por ahí también se observa a Juan José de 25 años, estudiante de la licenciatura de Educación Primaria, quien se dice en pie de lucha, por defender a su escuela y a los que, por ahora, no han sido localizados.
“Porque no tenemos recursos para seguir estudiando y esta escuela nos brinda todos los beneficios. Tanto el hospedaje, comida, material didáctico para nuestras prácticas, cosas que en otras escuelas no podemos encontrar. Aquí no se paga ni un peso, no se paga colegiatura, y es por eso que estamos en la Normal de Ayotzinapa. Hasta que aparezcan los chavos. Nosotros no pensamos irnos de aquí hasta que aparezcan”.
El Economista