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Por: Armando Salinas.- Con trabajo y esfuerzo personal, don Luis logró tener un prestigio bien ganado en su estado natal, Chihuahua, cuando en 1956 aceptó la invitación del PAN para participar en las elecciones de gobernador y en 1958 para contender por la Presidencia de la República. En ese entonces no había ni un solo presidente municipal de oposición en el país, ya no digamos un gobernador de oposición. 

Él decidió participar y enfrentar al régimen político, cuando parte de la victoria constituía únicamente en dejar un testimonio de lucha porque las funciones de Estado estaban monopolizadas por el partido en el gobierno, que organizaba y decidía los resultados de las elecciones, tenía controlados los principales medios de comunicación y no se permitía la libre participación ciudadana.

A pesar de padecer en la campaña de aquellas elecciones la calumnia, las agresiones que entonces realizaban el gobierno y el partido político, que eran prácticamente lo mismo, don Luis aceptó volver a participar en las elecciones estatales de 1983, en las que, en un hecho sin precedentes, la oposición logró la Presidencia Municipal de Chihuahua y obtuvo en las elecciones estatales más de 40% de la votación, aunque sólo se le reconoció el triunfo en nueve de los 67 municipios del estado en contienda. Además, luchó contra el gobierno estatal y el federal, que le negaban los recursos al municipio.

Don Luis luchó con dignidad contra el régimen mediante la protesta civil pacífica, en 1956 encabezó una caravana que salió de Chihuahua y en 1986 expuso su salud y su vida llevando a cabo una huelga de hambre para defender el voto y denunciar el escandaloso fraude en las elecciones estatales.

Después de estas experiencias, el propio don Luis ha dejado escrito en sus libros y colaboraciones de revistas que era impostergable superar la participación electoral testimonial e impulsar cambios en forma gradual al sistema electoral que dieran paso a mayores transformaciones nacionales.

Es por ello que desde 1987, en que fue electo presidente del PAN y reelecto en 1990, impulsó los acuerdos de los que tanto se le ha criticado, pero que poco a poco dieron paso a la construcción de un sistema electoral organizado en forma autónoma por ciudadanos sin militancia partidista y no por el gobierno, así como un tribunal que resolviera en forma independiente los conflictos y las diferencias electorales.

Don Luis continuó luchando por los derechos de los demás y por cambiar la vida de miles de personas, como senador de la República, entre otras funciones, tuvo una labor destacada desde la Comisión de Concordia y Pacificación en Chiapas; como servidor público dirigiendo la Comisión para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y como consejero de la Comisión para la Atención a Grupos Vulnerables.

Don Luis no sólo puede considerarse un panista destacado, aunque sin duda alguna lo fue, sino que su actuación y su legado trascienden los referentes de un partido político, puesto que realizó una contribución esencial para la transformación de nuevas instituciones políticas en nuestro país. Impulsó cambios democráticos gracias a su capacidad de interlocución, por su franqueza, honestidad y congruencia, con todas las personas, reconocida incluso por sus adversarios. Independientemente de las críticas y regateo de sus aportaciones, constituye un referente indispensable en la historia democrática de nuestro México querido.

Recordar a don Luis es gozar nuevamente de su mirada tranquila, de su hablar pausado pero firme, la seguridad de un maestro que inspira, de un amigo que brinda confianza sin reserva alguna, pero, sobre todo, de un ser humano que guió y dejó huella en la conciencia de millones de personas, entre ellas, la de quien escribe y le guarda un entrañable cariño, admiración y respeto.

Corresponde a las nuevas generaciones, no sólo de panistas, sino de los mexicanos en general, reconocer su esfuerzo, su lucha y hacer que funcionen en forma eficaz las instituciones que él impulsó para el bienestar de todos.

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