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Chihuahua.- Cuando convocaron en las redes sociales a tomar el Palacio de Gobierno, seguramente los diputados panistas no pensaron en que lo que planeaban sería una manifestación pacífica, sería aprovechado para volcar contra un edificio toda la rabia contenida de una sociedad o la oportunidad de unos cuantos, cara tapada y piedra en mano, de cambiar el sentido de un evento público.

En medio de un clima encendido desde hace días por el desabasto de gasolina, la falta de unidades del transporte, la escasez de agua en varias colonias de la ciudad, llamar a manifestar el enojo por una administración que ha sido duramente criticada entre otras cosas, por tener oídos sordos a la sociedad, cuando la oposición ha obtenido el triunfo electoral, puede ser tan contradictorio como peligroso.


Así lo verían este miércoles los diputados Ana Gómez y Rogelio Loya, y el ex diputado Jaime García Chávez, principales convocantes a la manifestación que de iniciar de manera tranquila, con una exigencia a respetar los resultados electorales del cinco de junio, pronto pasó a la vandalización, cuando jóvenes encapuchados y con banderas tricolores con un signo de no igualdad, llegaron para azuzar a los presentes con tirar las puertas, siempre cerradas, de Palacio, siendo llamados por testigos como “infiltrados”, que igual podrían venir del mismo espacio u otro muy distinto con el único fin de crear el caos y culpar a quien menos se debe.


“Aquí no está Duarte”, “no a la violencia”, “esto es pacífico”, eran los gritos que contrastaban con otros como “fuera Duarte”, “Duarte ladrón”, “sal marrano”, y que hallaban eco con otros más fuertes “el Palacio es del pueblo”, “quieren tirarla, tírenla”, que al final pesaron más en una turba enojada, entre la que al final ya no se veía a los convocantes, luego de que la diputada Ana Gómez, subió incluso a uno de los quicios de Palacio para tratar de evitar que dañaran el edificio “este es patrimonio de todos”, decía, pero pocos la escuchaban.


Otras voces hicieron presa de su molestia a quienes cubrían la manifestación y no faltó quienes gritaban “fuera la prensa”, “vendidos”, “sólo el 28”, “no queremos al diario ni a televisa”, en ese rasero inútil de considerar por igual a reporteros y dueños de medios, que avivó otras voces también, ahora de respuesta, de defensa “somos reporteros no empresarios”, “venimos a trabajar”, “entonces nos vamos y no les cubrimos”; pero no faltó quien de las palabras pasó a los golpes y al arrojar objetos y hasta agua a los compañeros, obligando al diputado Loya a tomar una posición de defensa también.


Los manifestantes decidieron entonces replegarse en la Plaza Hidalgo, identificando plenamente que otro grupo les había ganado la oportunidad “vengan, vengan, nosotros venimos en son de paz, ellos no son del movimiento”, se referían entonces a varios jóvenes que llegaron con actitud retadora, violenta desde un inicio, encapuchados y con mochila la mayoría, a los que comerciantes también identificaron “por aquí pasaron, eran como cholitos, llevaban muchas armas”, que luego usaron contra el Palacio, lo mismo que otros que al parecer nada tenían que ver ahí “vi a dos muchachitos agarrar una piedra y lanzarla al grito de “ora, culeros”, eran de secundaria, yo creo ni entendían lo que pasaba”.


Para entonces la manifestación se abrió en dos frentes, quienes permanecieron en la puerta principal y quienes decidieron irse a la de atrás y desde ahí manifestar el enojo y la rabia de un pueblo enojado con su altivo gobernante; armados de palos y piedras que no podían fácilmente encontrarse en pleno Centro Histórico, siendo entonces ya el doble de gente de la que llegó puntual a la hora marcada por Unión ciudadana; mientras otros gritos llenaban la plaza "puerta, puerta", "fuera", "vete, marrana", que apagaban por momentos el sonido peculiar de un carrito de paletas, a cuyo dueño no le faltaron clientes aún en medio de la trifulca. En tanto, a esa misma hora, el PRI convocaba a rueda de prensa, en la que luego rechazaría los actos de violencia y culpaba al gobernador electo Javier Corral, quien también fue aludido durante la manifestación “debería venir y llamar a la calma”.


Pero calma era lo que menos había en los alrededores de Palacio una vez que la puerta cedió en una de sus partes, cuando desde adentro policías estatales trataron de evitar la penetración, sólo hasta que la puerta fue rota, y entonces hubo gases lacrimógenos, incluso balas de goma, antimotines y la unidad de la Policía conocida como el Rino, actuando violentamente no sólo contra decenas de jóvenes con el rostro cubierto que a su vez lapidaron también unidades; sino también contra los propios reporteros y jóvenes cuyo único delito fue haber pasado por ahí o haber sacado el celular par documentar cómo una parte de la sociedad despertaba ante los abusos. 


Alrededor todo fue caos, la ruta del transporte Vivebús fue desviada, los comercios cercanos cerrados e incluso los edificios públicos como el del Real, el de los regidores y hasta el del Congreso del Estado, todo en prevención de que hasta allá llegaran los manifestantes, de entre los que finalmente, se detuvo al menos a 20 en un inicio, que fueron llevados a la Comandancia Sur.

Foto: Antonio Vargas
Luego todo fue calma, ahí en Palacio sólo quedaron los destrozos, la puerta y los vidrios de las ventanas rotos, como rota fue la convocatoria de un acto simbólico, pacífico, un llamado a decir ya basta que terminó en violencia, y que traería entonces las más duras críticas incluso del mismo Corral, quien se deslindó de lo sucedido; de que precisamente en medio de un ánimo nada plácido en Chihuahua, la violencia no es el camino.

Foto: Antonio Vargas


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