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Foto: tomada de Internet
Ciudad Juárez, Chih.- Una gran nube negra dio el aviso de que aquello no terminaría bien. Para entonces casi todo el espacio de gradas estaba lleno, había gente que llegó desde las tres de la tarde para esperar el concierto, mientras que las sillas numeradas se iban llenando poco a poco, mientras policías y jóvenes con camiseta negra cuidaban celosamente los espacios.

Entre los comentarios, el artista telonero, que irónicamente también se llamaba Miguel, las fotos hacia las nubes negras que iban acercándose al escenario, la gente comenzó a inquietarse, no faltó quien de plano dijera “ese wey no va a salir”. Tenía razón. En el área de prensa, algunos reporteros ya sabían que “ante una sola gotita de lluvia, Miguel Bosé no saldrá a cantar”. Y no salió.

“Caminaré sin ti, con mi tristeza bebiendo lluvia…” canta en una de sus canciones Miguel Bosé, el artista que pondría el broche dorado al Festival Internacional Chihuahua, el último de esta administración, que hizo a todos los presentes caminar sin haber visto a Bosé, bebiendo lluvia a mares por las calles anegadas de Ciudad Juárez, solos, sin ayuda ni dirección.

Apenas cantó Miguel Balboa su última canción y anunciaba que en breve saldría su tocayo, Miguel Bosé, cuando cayeron las primeras gotas, que de suaves se fueron haciendo más fuertes y copiosas, hasta que se hizo necesario levantarse y buscar refugio, y entre el público lo mismo jóvenes que adultos y hasta mamás con niños y bebés.

Sillas, carpas, bolsas que ofrecían los vendedores hasta en 30 pesos, algunas sombrillas que al final quedaron volteadas en el piso, fueron utilizadas para protegerse, si es que eso era posible, la gente prácticamente terminó como si hubiera entrado a una piscina con todo y ropa y sus ilusiones de ver un espectáculo de talla internacional, como decían los anuncios. 

“Ahora que la lluvia se ha llevado, el último girón de tu vestido…” y en medio de aquel caos en que en menos de cinco minutos se convirtió la Plaza de la Mexicanidad, con su poderosa X roja, los policías y voluntarios que antes cuidaban que la gente no traspasara las áreas, delimitadas con vallas metálicas de colores según el costo del boleto, de pronto también se perdieron en medio de los ventarrones y la lluvia, y sus uniformes y camisetas en color negro con letras doradas “Bosé”, no se volvieron a ver, como tampoco se vieron elementos de Protección Civil que pudieran guiar a los asistentes a la única salida abierta, porque extrañamente la otra estaba cerrada.

Algunos alcanzaron a resguardarse en los sanitarios portátiles, otros estuvieron a punto de ser golpeados por partes de los puestos ambulantes que salieron volando, por objetos que cayeron del escenario, en el que trabajaron todo el día decenas de trabajadores y que quedó prácticamente hecho girones, y otros más salieron a la calle Heroico Colegio Militar para encontrarse con una hilera de automóviles, deseando que alguno se parara y les diera cobijo.

“Llueve con tanta furia, que es imposible no mojarse…” como imposible no asustarse, primero el aire, luego la lluvia, de pronto granizo. Pegados en masa a una camioneta de radiocomunicación afuera de la plaza para al menos sentir un poco de calor, no faltó quien dijera que aquello parecía una película de Alfred Hitchcock “nomás nos faltan los pájaros”.

Y en la calle ninguna sirena que diera una esperanza de al menos una palabra de aliento, “cómo no se paran los carros” dijo alguien, y alguien más pareció escucharla cuando una camioneta abrió sus puertas para que entraran personas con niños, “traigo un bebé” dijo alguien en medio de la masa, seguro más de uno pensó “y qué anda haciendo en un concierto con un bebé”.

Los asistentes pudieron ver dos ambulancias, una atrás del escenario, y alguna que otra patrulla, con los policías adentro, para el resguardo de un evento masivo en un lugar que, dicen las notas periodísticas, puede albergar hasta cien mil personas, nadie previó acaso que en caso de algún incidente esas unidades serían insuficientes.

“La lluvia cae y me sume el alma, en una angustia extraña…” y así fue. Tras haberse cancelado el concierto prácticamente porque la gente salió corriendo tratando de guarecerse en un campo abierto, y varias vallas y puestos cayeron, sólo quedó esa angustia, ya no tanto por no ver a un cantante famoso, aunque muchos de los asistentes llegaron de otras ciudades e incluso, estados, sino porque afuera aún había obstáculos que sortear, las calles inundadas, algunas calles a oscuras, el drenaje saliendo en otras, los rayos en el cielo, situaciones unas que no podían preverse, prioridades otras que quien debía hacerlo, no lo previno ni estuvo ahí a tiempo para remediarlo. 

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