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Cada día siete mujeres son asesinadas en México. La mayoría son adolescentes o jóvenes que dejaron hermanas o amigas con quienes compartían el espacio, el cuerpo, los sueños y las promesas de una vida que se abría ante ellas.

I. Tres hermanas

2011. María Eugenia, la mayor, tenía 21 años, estudiaba ingeniería industrial y trabajaba. María Fernanda, la mediana, acababa de cumplir 20 y entraba al segundo semestre de la carrera. Bárbara, la más pequeña, tenía 16 y cursaba la preparatoria. El ocho de agosto, Bárbara salió de casa en Cuautitlán Izcalli, rumbo a Luna Park, y desapareció. El mismo día la familia recibió un mensaje de texto que exigía el pago de un rescate. Luego no hubo más contacto. Bárbara estuvo en calidad de desaparecida durante un año y medio. Su cuerpo fue localizado en una fosa común. A finales de 2016, un hombre fue detenido como probable responsable de secuestro y homicidio. Así lo vivieron María Eugenia y María Fernanda. 

María Eugenia, 26 años:

Mi paliativo siempre ha sido la evasión. El día del entierro de mi hermana, yo no estaba ahí. Es decir, yo fui pero… o sea, me bloqueé. Bloqueé todos los canales de emociones y sentimientos. Y dije: ‘pues voy a ir porque tengo que ir’ y me concentré en ponerme un vestido bonito y en quién iba a ir y en a quién iba a saludar, pero yo no estuve ahí. Decidí no hacer contacto con esas emociones. Después del secuestro tengo diez días en blanco. No tengo nada. No sé qué pasó, no sé qué hice.

Recuerdo que el día que pasó, estaba el negociador y yo veía la tele. Y subí los pies a la mesa. Estaba como cómoda. Bueno, no estaba cómoda pero así estaba mi posición. Y al día siguiente me levanté y el primer pensamiento que tuve fue: ‘esto sí pasó’. Y, no sé, creo que dejé de trabajar como una semana y luego volví a trabajar. Y seguramente esos días fui a declarar, y seguramente fui al emepé (ministerio público), pero yo no recuerdo nada de esos días. Me desconecté de tal manera…

Las primeras 24 horas las tengo más presentes. Fue un shock. Yo no podía creer lo que estaba pasando. O sea, yo había visto a mi hermana en la mañana y ya no la volví a ver nunca más. Pero en ese momento no podía entender lo que estaba pasando. Era como un sueño o un mal entendido, o sea, que iba a acabar rápido, que ese día o al día siguiente iba a tener a mi hermana de regreso.

Fue algo así como de mucho enojo. De enojo en realidad. No sabía quién había sido el responsable en ese momento, pero no se veía el trabajo de un profesional. Se veían chavitos, jugando a ser malos.

El chavo al que detuvieron había sido mi novio. Apenas lo detuvieron. Hace unos meses. En septiembre o en octubre (de 2016).

Sí. Sí fue él.

Desamor. Al principio me sentí culpable porque, pues era mi novio y conoció a Bárbara y a mi familia por mí. O sea, porque yo lo había acercado a mi familia y porque yo había puesto en peligro a mi hermana y después de eso porque, ¿cómo no me di cuenta?, ¿cómo no vi que había sido él? Era una persona nociva, era un drogadicto. Siempre mentía u ocultaba cosas. Eso lo vi en perspectiva. Todavía, después de que habían secuestrado a mi hermana, él seguía cerca de mí. Él me decía que me amaba y que quería regresar conmigo. Y cuando piensas eso... no sé, me sentía asqueada por la situación. ¿Cómo alguien que tuviste tan cerca te puede hacer algo así y todavía quedarse cerca?

Policía e impunidad. Yo, antes me sentía orgullosa de ser mexicana y a raíz de que pasó esto, me siento tan decepcionada de mi país. A todos los niveles. Mi mamá llegó a hablar con Margarita Zavala directamente y en frente de ella dijo, ‘yo me voy a encargar de que esto se resuelva y te voy a ayudar’. Y el caso se resolvió a la mitad del sexenio de Peña Nieto. Pero es a todos los niveles. Los ministeriales nos platicaban que ellos tenían que pagar sus propias balas, y arreglar sus patrullas. Si están contando la balas… ¡no va a disparar! Había patrullas a las que no les servían la reversa. Y los procuradores… mis papás no sé con cuantos procuradores han hablado y siempre son las mismas noticias: ‘estamos trabajando’, ‘estamos trabajando’, y no es cierto: To-do el caso lo vieron mis papás. Todo.

Mi mamá fue la que se metió al Semefo y mis papás fueron los que buscaron en la fosa común. Perder a una hija es lo peor del mundo. Yo no entendía el nivel de dolor hasta que tuve a mi bebé. Es el dolor más enorme del mundo y harías cualquier cosa por que no le pasara nada a tus hijos. Y no sólo le pasó a la hija chiquita de mi mamá, sino que mi mamá tuvo que ir y buscar el cadáver de su hija entre cadáveres de otras personas. Y además lo encontró. Yo no me puedo imaginar algo más horrible que eso: reconocer la osamenta de tu hija, ya ni siquiera el cuerpo. Alguien decidió que no era buena idea investigar, puso a mi hermana en una bolsa y la echó en un hoyo. Es algo totalmente antihumano.

Resiliencia. Con el tiempo, con los años, porque ya son cinco años, entendí que no era mi culpa. Yo no hice nada para que se diera esa situación. Pero es difícil porque era alguien cercano a mí. O sea, lo que le pasó a su hija fue por alguien que yo acerqué… Es algo con lo que todos los días lucho. El dolor... Te pasa algo horrible que no le debería pasar a nadie, que es perder a tu hermana de una forma tan violenta y tan antinatural. Y no sólo eso, después viene la segregación de la sociedad. Te conviertes en parte de los números rojos, ¿no?, de la estadística de víctimas y de familias, y es algo que tienes que vivir todos los días, o sea, todos los días sabes que tu hermana ya no está, que a tu hermana la lastimaron y que fue alguien que tú conocías, a quien tú acercaste. Yo todos los días lucho por no comprarme la culpa. Porque poco a poco… no sé si la palabra es que me pueda ‘perdonar’. Más bien, poco a poco comprender que yo no tuve responsabilidad en eso.

Familia. Mi hijo y mi esposo. Ellos no tienen por qué cargar con mi dolor. No se lo merecen. Y además ellos son mi razón para vivir y encontrar algo bueno en la vida otra vez. Pero es también decir que él (el asesino) no me va a quitar más de lo que ya me quitó. Él no va a ganar, porque él no va a arruinar mi vida, ni todo lo bueno que venga para mí. Él, cuando secuestra a mi hermana y la mata, él arruina su vida. Él pierde toda oportunidad para recuperarse y para hacer una carrera, o tener un trabajo, o una familia. Él tiró todo eso a la basura, porque a raíz de eso, él ha estado en juicios, y estuvo en la cárcel, y su hermano se suicidó. Tenía un hermano más chico que se suicidó. Él perdió ya su vida, perdió a su hermano. Sus papás, su economía, su estado de ánimo, su salud. Él ya, con la decisión que tomó de hacerme daño, de dañar a otro ser humano, él ya perdió su vida. Yo no dañé a nadie. Yo no me vengué ni lastimé ni maté a nadie. Yo siempre traté de actuar sin dañar. Que yo viviera triste y amargada, e inmersa en el dolor, siento que si eso pasara, él gana.

María Fernanda, 25 años:

Siempre pasa algo que te la recuerda... Por ejemplo, la pregunta de ‘¿cuántas hermanas tienes?’ es muy incómoda. Dices, bueno, tengo una viva, y tenía otra, y entonces… Bueno, si no lo digo, siento que estoy borrando a Bárbara. Y si la menciono, luego van a preguntar qué hace, a qué se dedica, o por qué no vivo con ella. No he encontrado la respuesta correcta. La verdad me gusta a mí decir que tengo dos hermanas. Siento que si la dejo de mencionar, en algún punto es como si ella hubiera desaparecido. Y aunque ya no hay forma de que pueda formar nuevos recuerdos con ella, no me gustaría perder los que tengo por no mencionarla. En la mayoría de los casos [responden]: ‘ay, tienes dos hermanas, entonces eres la de enmedio’. Pero me pasaba mucho, cuando estaba viviendo sola, que: ‘¿y dónde está viviendo tu hermana si tú estás viviendo sola?’. Y normalmente lo que haces es sacar un chiste medio negro. Por ejemplo, me dicen: ‘¿dónde está tu hermana?’ Y les digo, ‘pues espero que siga en el mismo lugar, porque si no fuera así, sería muy aterrador’. ‘Ay, es que falleció hace poco’. Entonces, la gente ya no te pregunta más. Aunque otra gente sí te pregunta: ‘¿cómo falleció?’, y… uggh: ‘Bueno, es que la secuestraron y la asesinaron’. Después de eso te ven así, como ‘¡Ay!’ Y se sienten incómodos, porque no saben cómo reaccionar, y es así de que: ‘mira, ¿sabes qué?, no es un problema, ya pasó y no pasa nada’. Entonces la gente se tranquiliza.

Desaparición. Principalmente llegué a tener como mucho enojo con la situación, para mí era difícil expresar que nadie nos pusiera atención a mi hermana y a mí. (Quizá) pensaban: ‘ustedes están bien, tenemos que buscar a tu hermana…’. Pero en ese lapso de buscar a tu hermana pasó año y medio. Y a mí me enojaba porque pensaba si no está, si ya nunca regresa, siempre va a ser así la vida. Nunca va a regresar a lo que era antes. Y no puedes desahogarte, porque si tú dices: ‘sabes qué, estoy enojada porque mis papás tenían que ir a una reunión con el procurador y no pudieron venir a la exposición de mis carteles de la escuela’, entonces todo el mundo te ve como una persona egoísta, que no tienes sentimientos.

Me la pasaba mucho tiempo en la escuela, empecé a salir con mis amigos de la universidad, cualquier cosa que me hiciera estar fuera un poco más era buena idea.

Su cuerpo. Fue como un alivio, de no saber, ya saber que estaba ahí. Yo ya había asumido que mi hermana no iba a regresar con vida. Mis papás siempre me cuestionaron: ‘es que tú perdiste la esperanza de que tu hermana regrese. Y esa no es la actitud, y es que tienes que pensar que sigue viva…”. Pero en ese tiempo, yo ya daba por perdida a mi hermana. Entonces cuando la encuentran, pensé: por fin se va a cerrar un ciclo.

Mejoró la situación un tiempo. Mis papás intentaron recuperar el entorno perdido… un tiempo yo me volví, para mi mamá, como la suplente de mi hermana. Yo empiezo a tener una relación con mis papás cuando aparece Bárbara. Y entonces empezamos a tener problemas, porque durante todo ese año y medio no fueron partícipes de mi vida, de lo que yo hacía, y como que de pronto se dan cuenta de que, ¡oh!, salgo con mis amigos todos los días… De pronto pues mis papás se dan cuenta y me dicen: ‘oye, pero por qué estás saliendo todos los días’, y yo: ‘bueno, pues llevo año y medio haciéndolo… Luego mis papás se separaron y entonces para mí fue tranquilizante porque dejé de tener problemas. Dejaron de presionarme por ambos lados. Mi papá se va de la casa y mi mamá decide mudarse al Distrito (a la Ciudad de México), y a mí me dejan viviendo en la casa. Ya mi hermana mayor se había casado. Ya no tenía la presión de mis padres viviendo sobre mí y un poco como tratando de compensar el tiempo perdido. Esa tensión disminuye, pero luego vienen los pensamientos de: ‘bueno, mis papás se fueron de la casa y me dejaron viviendo sola. Pero si hubiera estado Bárbara, no habrían hecho eso’.

Insuficiente. Entonces, siempre es la sensación de nunca ser suficiente para tus padres. No hay mucho que pueda hacer al respecto. Para tomar protagonismo tendría que pasarme algo todavía peor de lo que le pasó a mi hermana y tampoco es algo que esté en mis planes. Como que quedas a un lado, realmente nunca vuelves a ser parte de la familia que eran, siempre va a haber otra preocupación mayor. Siempre, todos los días, mi mamá va a estar triste porque no está su hija.

A nivel escolar incluso me fue mejor. Logro terminar la carrera, escribo mi tesis. Como que fue una buena fuga… yo estaba tranquila porque aunque sí tenía sentimientos de que no ser suficiente para mis padres, ya no tenía problemas, ya no había un conflicto. Ya soy yo, yo soy independiente y hago mis cosas.

Vulnerabilidad. Entré como en un estado de que, bueno, si me van a llevar, o me tiene que pasar, me va a pasar. Mis padres decían ‘bueno, ¿qué no te da miedo salir de noche? Ya secuestraron a tu hermana…’. La sociedad tiende a… cada vez que alguien escucha la historia… es, pues ‘ay, ¿y vas a terapia o cómo lo superas?’, o ‘yo no podría salir tranquilo en las noches después de lo que a ti te pasó’. Cuando todo el mundo te presiona… pues sí… pones más cuidado, pero luego llega una etapa en la que dices: ‘pues vamos a ver qué pasa’, y como que empiezas a presionar los límites y hacer cosas peligrosas para probar, en parte, que no te va a pasar nada. Una vez terminé caminando sola en Revolución como a las 3 de la mañana, sola. Tenía 23 años. Por suerte no me pasó nada, pero sí pensé: ¿qué tiene que pasar para que digas estoy siendo imprudente?

Después de Bárbara. Soy muy poco empática con las personas. Y eso hace que me cueste trabajo relacionarme. Y es que, no sé. Después de pasar el que pierdes a tu hermana, la angustia de no tenerla, el que cuando la recuperan, cómo, la manera en que lo vivieron mis papás, cómo los afectó y terminaron divorciándose, cómo yo tendía a meterme en problemas… y alguien más llega y me platica sus problemas, yo le digo: ‘es que tu problema no es un problema. En mi vida no sería un problema’. Y eso me hace poco empática. Entonces a veces me cuesta relacionarme.

II- La peor muerte de todas

La madrugada del viernes cinco de agosto de 2016 una madre soltera regresó a su casa, en Ecatepec, después de trabajar todo el día. Encontró a sus hijos: Karen, de 17 años, y Erik, de 12, asesinados. La adolescente, además, había sido violada. A la fecha no hay detenidos. En el CCH Vallejo, donde ella iba a iniciar su último año, se realizaron varias manifestaciones contra el feminicidio, y ahí su amiga Ari también la recuerda.

Ari, 17 años:

Karen era cerillito. Me acuerdo que estaban mal económicamente y me acuerdo que a los 16 años ya no te dejan ser cerillito. No sé por qué, pero ya no te dejan. Eso la dejó muy triste. Dijo: ‘no, pues me corrieron en vísperas del cumpleaños de mi hermano’. Agarré y le dije: ‘mete tu beca (del programa Prepa Sí) y ya’ y le di mi dirección del DF. Éramos esa clase de amigas. No para mal. Ella era mi mejor amiga.

Su vida era su hermano, su mamá, su familia… Me acuerdo que lo primero que compró con su beca fue el pastel para su hermano. Otras personas usan ese dinero para ropa, fumar. Pero ella se lo daba a su mamá. Era una niña buena. Platicando con amigas que tenemos en común, nos sentimos vulnerables. No somos malas, simplemente le pasó eso porque sí, ¿o por qué?

Antes de lo de Karen me arreglaba mucho, ‘soy joven, me gustan los vestidos, me gusta usar shorts, esas cosas, faldas’. Y a raíz de esto me da como miedo. Siento que voy a atraer gente mala.

Yo me enteré por medio de Facebook. Me metí al Facebook de Karen y había varias personas que le publicaban moñitos negros y cosas tristes. Me dio miedo y de hecho le pregunté a sus familiares, por medio de Facebook. Hasta que alguien me contestó que según se habían metido a robar y que la habían asesinado a ella y a su hermano. Después me enteré lo que en verdad pasó, porque no se robaron nada.

Fue un gran golpe, yo tenía muchos planes con ella, yo tenía metas, sueños. Lo que no me trae paz, y no me sigue trayendo paz, es que, vaya, no murió así como de alguna enfermedad porque si hubiera sido una enfermedad, dices: ‘pues al menos ya no sufre’. Pero, ¿qué bueno le ves a esto? Le hicieron la peor muerte de todas. La violaron y después la ahorcaron. No le veo nada de paz a eso. No le veo una parte buena. No le veo ninguna resignación y menos porque ella era… una niña buena.

Sueños. Ella estaba muy ilusionada, ella soñaba mucho en grande. Ella decía: ‘yo voy a llegar muy lejos, y si yo tengo trabajo primero, te voy a jalar, y si tú tienes, espero que también me ayudes’.

–¿Qué sueños?

–Ahora sí que salir de Vallejo en tres años… (se ríe). Luego, pues acabar una carrera. Ella me contaba que tenía sueños muy grandes, tener su doctorado. Ser exitosa. Teníamos las metas de viajar a diferentes partes del mundo. Probar diferentes comidas, hablar diferentes idiomas. Yo quería invitarla a clases de inglés. Yo sé que dentro de sus posibilidades no estaba pagarlo, pero mi mamá estaba dispuesta a mandarnos a las dos. Teníamos metas juntas.

El CCH está lleno de recuerdos. Hablaba con mi mamá, y decía: ‘ay no, cuando vaya al CCH le voy a enseñar esto a Karen’, y luego me venía el golpe: ‘Karen ya no está’. Me enojaba mucho. Me daba mucha impotencia.

–¿Crees que encuentren a quien lo hizo?

–No creo. No creo que estén haciendo bien su trabajo las autoridades. Al día siguiente de lo que pasó fui a su casa y no había listones amarillos, nadie sacando huellas. Eso me hace creer que nomás recogieron los cuerpos y limpiaron la escena del crimen. Nunca vi un policía por ahí.

III. Soñar a la hermana

El sábado siete de septiembre de 2013, Diana Angélica Castañeda Fuentes, de 14 años, salió de su casa en Los Héroes Ecatepec y desapareció. Mariana, su mejor amiga, tenía 11 años e iba en quinto de primaria. Se conocían desde chiquitas. Mariana fue de las primeras personas en enterarse que el cuerpo de Diana había sido encontrado en bolsas de basura en el Río de los Remedios. Su caso es vinculado con otras desapariciones de jóvenes en la zona y hasta la fecha no hay detenidos.

Mariana, 14 años:

Yo como que vivía en un mareo porque mis papás se divorciaron. Mi mamá, mi papá, mi mamá, mi papá. Una confusión. Y Diana era la que me guiaba, era mi pilar… Y siempre me decía: ‘hoy nunca lo vas a volver a vivir, así que vívelo bien y vívelo como se debe, sácale una sonrisa. Mariana, eres una niña muy bonita, eres una niña muy linda, sonríele a la vida, y mientras más sonrías, mejor te va a ir. Sé feliz, disfrútalo como es. A veces hay que sufrir, pero sufrir es sentirnos vivos. Entonces siéntelo, siente tu tristeza, pero vívela con felicidad’.

Vivíamos como muy a la par, ¿sabes? Diana era mayor que yo, pero era como ir de la mano las dos. No se sentía la diferencia. Sólo cuando me hablaba de sus maestros de química, de física… Y ahí era cuando lo sentía, y cuando ella salía completamente sola. A veces yo también salía sola, porque no habíamos vivido la inseguridad.

Recuerdo a Diana con un esmero… con una sonrisa siempre. Pero los últimos recuerdos que tengo días antes de que desapareciera, lloraba y lloraba y lloraba… y yo le decía algo, y ella: ‘déjame en paz’. Y hablaba con ella y me decía: ‘perdóname, Pony, es que me siento muy triste, no sé por qué’. Y me acuerdo que días antes de que desapareciera, ella habló con su mamá y estaba llore y llore y llore y llore. Y el último mensaje que puso en Facebook fue: “Amo a mi mami”.

Tengo un recuerdo de ella muy feliz, pero en sus últimos días un recuerdo de… como si ella lo supiera…

Desaparición. De lo de Diana, me enteré en el momento. Estaba su mamá aquí en mi casa, mi hermano mayor, mi mamá y mi papá. Me iba yo a quedar a dormir en el cuarto de Margy, en eso ella bajó corriendo y yo me espanté y se tiró al suelo y se puso a berrear. Así, a llorar… Y yo le dije: ‘¿qué pasó?’ Y salió mi mamá y todos. Me dijo: ‘es que el papá de Diana me está diciendo que Diana no ha llegado a la casa’. Porque se suponía que el papá, Óscar, le había dado permiso de salir a una tardeada.

Ahí yo dije: ‘seguro se quedó a dormir en casa de una amiga o algo así, o sea, seguro… ajá, está bien’. Osea, pensé, es algo casual, yo la conozco, y es una niña tranquila. Bueno, era una niña tranquila. Pero pues dije: ‘no pasa nada. Es cosa de horas de saber de ella’.

Pasaron dos días, tres días, y yo diario le escribía (al inbox del Facebook): ‘hermana, sabes que conmigo puedes contar, a mí dime las cosas como son, por favor, comunícate conmigo. Nada más infórmame que estás bien y dónde estás y con eso me conformo’.

Llegó un momento en el que dejé de escribirle.

Era a principios de quinto de primaria y en la escuela me empezaron a ver muy apagada; no dormía… Y me preguntaron ‘¿oye es por esto?’. Mis amigas, mis maestros, los sicólogos de mi escuela, me preguntaban demasiadas cosas…

Quinto de primaria estuve a punto de reprobarlo. Me dieron una carta a condición, porque iba muy mal en la escuela, no me concentraba, no sé… pensaba todo el tiempo ‘¿en dónde estará Margy?, ¿estará en la procuraduría, le habrán dicho algo?’ Me pasaban tantas cosas por la cabeza… yo sentía que no me querían decir algo. Mi mamá platicaba con Margy y a veces me decían: ‘Mariana, danos dos minutos, ¿no?’ Y yo pensaba: ‘¿le estará diciendo algo de que ya la encontraron o de que tal vez está muerta?’ Como que yo sentía algo, como un mal presentimiento y que no me querían decir, y muchas veces yo soñaba con Diana, pero no la soñaba viva...

Soñarla. Era variado. Mis sueños empezaron como mes y medio después de su desaparición.

Alguna vez la soñé en un jardín que tenía árboles, así, muchos árboles, pero como flores moradas que caían, y veía a Diana con un camisón blanco muy tranquila, así… Diana siempre tenía pupilentes (azules), y ahí ya no tenía pupilentes, ya no se maquillaba y se veía hermosa. E intentaba hablar con ella y ella me escuchaba y me contestaba pero yo no lograba escuchar su voz, entonces a mí me desesperaba. Y le decía: ¿Diana, háblame’; y me hablaba y la oía tan tranquila… la oía tan tranquila, me hablaba pero no alcanzaba a escucharla.

Otra vez soñé que había una puerta, bueno, como una cosa de cristal y unas cascadas... y estaba mi mejor amiga [Sofía]. Sofía le decía: ‘Diana, Mariana te está buscando, mira, yo te enseño el camino, hay que regresar’, y Diana le decía: ‘no, yo ya no puedo regresar, Sofi. Dile a Mariana que la amo mucho’. Y ya, desaparecía.

Y mi amiga Sofía soñaba mucho con las personas que ya no estaban vivas. Una vez la soñó con un ramo de flores. ‘Diana, por tu bien regrésate conmigo, voy con Mariana’. Y Diana le decía: ‘Es que hay una barrera que no puedo cruzar. Yo estoy bien, no te preocupes. Dile a Mariana que la amo’.

Además de los sueños, estaba la última vez que la vi, cuando se despidió de mí (una o dos semanas antes de que desapareciera).

Ella iba a entrar a tercero de secundaria. Y estábamos a un, ponle sábado, y el lunes entrábamos a la escuela, estaba en el baño de mi mamá y llegó Diana: ‘Ya me voy’.

Diana me abrazó, pero sentí una calidez y me dijo: ‘Nunca olvides lo mucho que te amo, hermanita, cuídate bien’. Me dio un beso en la frente, me abrazó y me dijo: ‘Te amo, Pony’. Me decía Pony porque estaba yo muy chaparrita, y ella era más alta que yo. La abracé, me volvió a dar un beso. Vi de la cocina como le abrieron la puerta, se salió... me subí y me entró un sentimiento… y me puse llore y llore, me saqué mucho de onda, porque yo tampoco lloraba cuando se iba… lloré y me quedé dormida… Me desperté y ya, como si nada.

¿Por qué la última vez que la vi, lloré? Sentí como que me quitaban una parte de mí. Y no entiendo por qué lloré esa vez. Para mí ahorita es como… tal vez yo ya lo sentía.

Mariana. De Diana, Mariana guarda una caja de joyas grabada con flores doradas llena de anillos, aretes, pulseras y collares de fantasía, en su mayoría dorados. También conserva un sobre con dibujos y bocetos a lápiz y pluma que dejó en su casa una semana antes de desaparecer.

Su cuerpo. Recuerdo perfecto ese día, dos de octubre del 2014. Yo ya iba en sexto de primaria. Salimos de la escuela y me subí al auto, veo a mi mamá con lentes y llorando: ‘Hija, ya encontraron a Diana’. Y me brillaron los ojos. Me dije: ‘¡mi hermana!’.

–¿Dónde está?

–La encontraron muerta.

Y fue como que, de mi emoción de que la encontraron, y yo, guau, seguro está bien… Fue como subir y bajar. Fue como un shock. Como que no lo asimilé de momento. No lo entendí.

Llegué a mi casa, me acosté en mi cama y agarré una foto en donde salíamos Diana y yo. Y me acuerdo que la abracé, le di un beso y la agarré con tanta fuerza, me puse chille, chille y chille. Fue cuando me cayó el veinte... y dije: ‘tienes que entender que, mira, un año no la viste. Y ya no la vas a ver lo que te resta de vida. Ella ya está bien. ¿Qué prefieres, una persona viva, secuestrada, infeliz, capturada o una persona que está bien, que está con Dios, que no sufre y que te cuida? De sentir que mi hermana estuviera sufriendo, a sentirla plena, con Dios, pues mil veces que esté bien. Y así ya no me mato todas las noches pensando estará despierta, estará pensando en mí, estará viendo nuestra estrella (porque Diana y yo teníamos una estrella). Una parte de mí ya la podía sentir tranquila, pero una parte, pues triste… si de por sí sentía que una parte de mí me la habían quitado. Sentí que mi vida literalmente se derrumbaba, porque la mejor parte de mi vida se había ido, ya no la iba a volver a ver, ya todo eran recuerdos… fue cuando me empecé a lavar el cerebro diciendo: ‘Bye, está mejor, y ya déjala descansar’, y ya fue como lo fui asimilando.

Diana es algo que nunca, nunca, voy a superar. Marcaron mi vida de la manera más profunda. Y estoy segura de que no voy a vivir nada más profundo que la marca que acabo de vivir. Y me hubiera gustado vivirla con un poco más de madurez, pero no fue así, lo viví con poca madurez.
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