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Podría decir que la conocí  y mentiría. Podría decir que cegaron una vida con un  futuro promisorio  y no equivocaría mi dicho. Podría decir que no es la primera y para desgracia nuestra tampoco será la última.

Podría afirmar que la administración de la justicia es un atributo del Estado pero no tiene caso, ¿acaso sirve de algo?

Podría exigir en la plaza pública y condenar al gobierno pasado, al que está en funciones y al entrante por su falta de pericia en evitar este tipo de crímenes. Y ni con eso se avanzaría porque esto es un asunto de mentalidades.

Miroslava Breach, periodista chihuahuense, corresponsal de La Jornada desde 1997, colaboradora del periódico Norte de Juárez, fue asesinada el 23 de marzo cuando salía de su casa para llevar a su hijo a la escuela. 

“Ya se tienen detectados al autor material, a copartícipes y por supuesto al autor intelectual” de este crimen, dijo el gobernador Javier Corral el pasado 17 de abril y aseguró que pronto serían capturados. Aún no hay ningún detenido.

Lo cierto es que en marzo se necesitó un tiro para matar a la  periodista Miroslava Breach Velducea aunque el asesino, celoso de su tarea  hubo de disparar  en ocho ocasiones.

Doce días después, el pasado 5 de abril, de un balazo mataron a la maestra Matilde Gil,  su acta de defunción  lo confirma: Laceración y hemorragia cerebral,[ ] seguida por proyectil disparado por arma de fuego.

La maestra Matilde Gil fue secuestrada en la ciudad de Chihuahua el 5 de abril, su cuerpo sin vida fue encontrado 19 días después en un paraje cercano al poblado de Aldama, a 26 kilómetros de la capital del estado. La habían asesinado el mismo día del secuestro. Están detenidos dos presuntos responsables, pero el autor intelectual y el autor material de este crimen continúan libres.

Y ayer, la bala que mató a  Andrea Athié Corral  la estudiante de 20 años,  penetró a la altura de la cara.

Las tres son ciudadanas conocidas que participaban desde su espacio, en la construcción de una mejor sociedad,  pero hay otras, desconocidas para el común de la ciudadanía y a lo sumo merecen una mención al interior de una nota policíaca, como Berenice la estudiante de secundaria quien desapareció en el trayecto de la escuela a su casa y días después se encontró  su cuerpo.

Lo cierto es que cada vez que matan a una mujer en Chihuahua, morimos todos un poco, morimos de tristeza, de impotencia y de dolor ante lo inevitable, la muerte a manos de un asesino.  Por lo menos en Chihuahua.
Por Myrna Pastrana/Cuatro Vientos

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