La noche electoral el PRI consiguió lo que parecía imposible; ganar perdiendo, bailar sin moverse y reír llorando en una fiesta-velorio esquizofrénica. Todo estaba dispuesto en la sede del Revolucionario Institucional de Toluca, para la celebración y la euforia: una inmensa carpa para miles de personas, decenas de meseros, comida gratis, más de cinco grupos distintos con género desde el reguetón al mariachi y la escenografía de banderas y colores de las grandes ocasiones. Sin embargo, los invitados no llegaron y en el suelo quedó la serpentina, los matasuegras y el eco de la animadora: “¿Dónde está la militancia del PRi? Arriba esos ánimosssss”…, chillaba la rubia conductora al grupo de fieles que, pasadas las once de la noche, todavía no sabían qué celebrar.
Los más beneficiados: una familia centroamericana que logró colarse en la fiesta, sentarse al final de la grada y comer hasta el hartazgo.
La noche de los tamales, las garnachas, los pambazos y los tacos dorados, fue también la noche de los celulares y el intercambio frenético de datos: no había nadie que no dijera tener encuestas y datos fiables sobre lo que estaba pasando.
Y lo que estaba pasando es que seis años antes, esta misma sede era un hervidero de miles de personas celebrando la victoria de Eruviel Ávila. Pero anoche, sin embargo, cada vez que se callaban los músicos un silencio espeso sobrevolaba el lugar. La militancia, acostumbrada al rodillo y a golear en casa, no maneja bien la posibilidad de ganar de panzazo o invocando al árbitro. Todo fue tan falso que hasta que hasta el eslogan de campaña “fuerte y con todo” sonaba vacío en la megafonía.
Una vez sobre el escenario, casi a las 11:15 de la noche, el candidato se declaró ganador , tal y como señalan los datos oficiales, y dedicó los primeros minutos a largos abrazos y besos a su mujer frente a la concurrencia. “Mi gobierno será un Gobierno de inclusión. Es momento de trabajar por el Estado de Mexico, por la unidad, por los que nos han respaldado y por los que no, todos deben ser escuchados” dijo a los suyos. NI un dato, ni una encuesta... simplemente Del Mazo se declaró ganador desde la sede ubicada en la avenida que lleva el nombre de su padre, en honor a una dinastía que regresa al poder.
Alfredo Del Mazo insistió en que la suya fue una campaña propositiva y durante casi 15 minutos se dedicó a dar las gracias a la estructura política del PRI, que logró la victoria y “defendió el voto”.
Al final de la noche, el calor fue calando entre los priístas a ritmo de reguetón y cohetes de confeti.
A pocos metros de allí, en otro hotel de Toluca, Delfina Gómez, la candidata de Morena, se proclamaba ganadora y la familia centroamericana cambiaba de sede, en busca de los agasajos que dejó la fiesta de la democracia.
El País
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