“México no ha salido del clóset”, dice Jaime. “Tengo más de 30 años saliendo a celebrar en las calles el orgullo de sabernos diversos, y te puedo decir que México aún no ha dejado el clóset. Hay grupos de mujeres que han comenzado a empoderarse, hay grupos gays que han comenzado a empoderarse, y creo que estamos en ese proceso de entendernos diversos, pero seguimos sin dejar el clóset”.
Jaime está a mitad de la plancha del Zócalo, o al menos de esa franja transitable que aún no está en obra con las baldosas levantadas como el resto, y está caracterizado como uno de los componentes del dueto neoyorkino Pet Shop Boys.
Para él, la marcha del orgullo Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Trasvesti, Transexual e Intersexual –las definiciones que están tras las siglas LGBTTTI–, es una fiesta, un carnaval en la que confluye la celebración y lo político.
Y algo tiene de razón en que México no haya dejado el clóset, pues de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México cuatro de cada 10 mexicanos afirman que no estarían dispuestos a permitir que en su casa vivieran personas homosexuales.
La lucha legal de una madre lesbiana
Metros atrás camina Edith Salgado en un contingente de madres lesbianas. Y mientras grita consignas sobre la lucha lésbica empuja la carriola en donde transporta a su hijo de cuatro años, un hijo que no sabe cuánto tiempo más estará a su lado pues desde hace casi tres años pelea jurídicamente para que no le quiten la custodia las autoridades de Nayarit.
“Actualmente enfrento una demanda judicial por ser lesbiana, tuve a mi hijo en una relación heterosexual de mucha violencia. Nos separamos hace tres años, y unos meses después cuando él se enteró de que tenía una relación con otra mujer comenzó a pelear la guardia y custodia, argumentando que mi hijo va a crecer con desviaciones, y va a tener desórdenes mentales, la demanda procedió criminalizándome por mi orientación sexual”.
“Cuando inició el caso la juez a cargo me cuestionó que porqué quería quitarle a mi hijo el único referente de familia normal que tenía mi hijo, dando por sentado que la única familia normal es papá-mama-hijos. La agente del MP y la defensora del menor en Nayarit me han dicho que al ser lesbianas mi pareja y yo podemos violar a mi hijo”.
Crímenes de odio
Mía no está en esta marcha. Fue asesinada al recibir cuatro puñaladas en el corazón. Sin embargo sus familiares vinieron para atestiguar que México todavía está lejos de dejar el clóset.
Participan en la marcha del orgullo para no dejar que su recuerdo se diluya. Para seguir señalando que a dos años de su asesinato aún no hay justicia, para poner el dedo en el renglón de la transfobia de este país que, aseguran, sigue cobrando víctimas y condenando al otro por ser diferente.
Cerca de la familia de Mía, una pareja de mujeres carga una pancarta grande que dice: Yo, mamá, amo a mi hija trans. ¡no la asesines!
David y Lucía, dos veinteañeros que también participaron en la edición 39 de la marcha del orgullo gay, Aunque no lo dicen explícitamente, también ven lejos la salida del clóset como nación.
Para él, quien viene del Estado de México, es la segunda ocasión que está en las calles festejando sentirse libre, hacer pública su orientación sexual; para ella es la primera ocasión que lo hace.
David y Lucía han sufrido agresiones verbales. A él lo han llamado “puto” y a ella “tortillera” en decenas de ocasiones. Los dos marchan por Reforma, juntan sus manos con las de muchos otros que como ellos han vivido el odio por sus preferencias sexuales.
marcha
Una fiesta
La marcha del orgullo es una fiesta, un carnaval que se llena de color y de música. En el escenario en el que concluye el recorrido, que inicia en el Ángel de la Independencia y cubre con los colores del arcoíris las vialidades Reforma-Avenida Juárez-5 de mayo, se presentan el ex Menudo Charly Masó, la ex modelo Carmen Campuzano y las cantantes Mariana Seoane y Maite Perroni.
Pero la jornada no sólo es brillantina y lentejuela, la marcha tiene como eje vertebral la exigencia: “respeta mi familia, mi libertad, mi vida”, por eso están ahí las representaciones de 15 embajadas, entre Países Bajos, de grupo de los países del norte de Europa, Francia, Gran Bretaña, Canadá, Estados Unidos y Nueva Zelanda.
Y caminan, dice Mikael Stalh, director adjunto de la embajada sueca, porque el bloque de países nórdicos busca promover los derechos para todos y la solidaridad entre personas. “Es una oportunidad para nosotros para demostrar nuestro interés en promover los derechos humanos”, explica.
Una postura muy similar a la que declara Marcos Verschuur de la embajada de los Países Bajos, quién dice que los “derechos LGBTTTI son parte de los derechos universales, y debemos luchar por ellos”.
Y en ese respeto a la vida del otro, la posibilidad del matrimonio igualitario es un derecho que en la Ciudad de México se reconoce desde hace varios años, pero no todos los estados del país lo tienen, en 20 entidades aún se pelea el reconocimiento legal no solo de la posibilidad de la unión legal sino de la familia.
“Exigimos decididamente que el matrimonio se reconozca en todos los estados, con todo lo que implica para los gobiernos”, dicen Facundo y Toño, una pareja que se casó hace seis años en el registro público de la delegación Tláhuac.
Y este día caminan mostrando con orgullo su foto de boda, no por nada la Ciudad de México tiene la etiqueta de gay friendly.
Los contingentes
Y en la marcha tienen cabida muchos: el sector público a través del contingente que encabeza Melisa García, gerente de inclusión en Petróleos Mexicanos (Pemex). Una red por la diversidad que aglutina a 50 trabajadores y trabajadoras de la paraestatal qué marchan por primera vez acompañando a otros contingentes de burócratas del gobierno de la Ciudad de México, uniformados con el mismo color rosa que ha distinguido a la actual administración.
Y en la marcha tienen cabida muchos: el sector público, a través del contingente que encabeza Melisa García, gerente de inclusión en Petróleos Mexicanos (Pemex), una red por la diversidad que aglutina a 50 trabajadores y trabajadoras de la paraestatal, que participan por primera vez en el evento.
Metros más adelante, marcha un contingente de burócratas del gobierno de la Ciudad de México, uniformado con el color rosa que ha distinguido a la actual administración capitalina.
También está presente el sector ‘místico’: codo con codo, un grupo de hombres y mujeres que se asumen brujas, así como las y los pastores de al menos tres congregaciones incluyentes que le han dado vuelta al discurso homofóbico de la iglesia católica.
Hay incluso ecuménicos, dice Liliana Huerta, pastora de Misión Cristiana Incluyente: “he contado nueve iglesias incluyentes junto con la nuestra, todas cristianas”.
Pero también llegaron los que con violencia intentaron afectar la marcha. Cerca de las 3 de la tarde, cuando la vanguardia comenzaba a llegar a la plancha del Zócalo, un grupo de jóvenes integrantes del grupo autodenominado Fuerza Nacional de México comenzaron a jalonear a los participantes. La cosa no pasó de ahí por la intervención de la policía que acordonó el área.
Ciudad friendly
–¿Por qué se manifiestan? –pregunta una menor a su papá en la plancha del zócalo. Están ahí porque quieren igualdad de derechos.
Son una familia de esas cuatro familias de cada 10 hogares mexicanos constituidas por hombre y mujer casados, y con hijos, de acuerdo con Data 4.
La niña mira con atención a las parejas que caminan de las manos, a los cientos de miles de hombres y mujeres que ondean la bandera multicolor y ocupan una plancha del zócalo fraccionada, en un país que no ha logrado dejar el clóset, aunque el corazón de la Ciudad de México sea friendly.
Con información de Karen Quevedo/Animal político
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