Chihuahua.- “Puedo vivir, hasta el final, a mi manera…” se leía en las camisetas color blanco y negro que la familia mandó a hacer exprofeso. La foto con su gran sonrisa, su nombre y las fechas cruciales de su vida completaban el cuadro. Este domingo, luego de la misa por los primeros seis meses de su adiós, a sus conocidos no les quedó duda de que Jesús Adrián Rodríguez vivió la inmensidad, sin conocer jamás fronteras.
A seis meses, la ausencia aun duele. Lo dijo su hermana y lo demostró su madre quien todavía no entiende porqué su hijo se fue cuando aún era temprano, aunque seguramente, como muchos de quienes le conocieron, tienen la certeza de que el reportero, que en sus días finales trabajaba para el Grupo Radio Divertida, tomó siempre lo mejor de cada instante, vivió y disfrutó enormemente.
Una iglesia llena, la de San José María de Yermo y Parres en la Unidad Proletaria, donde vive su familia; entre la curiosidad de ver por ahí a representantes de los medios de comunicación en la cotidianidad dominical, fue testigo del recuerdo que en voz del sacerdote, quien pidió por su eterno descanso y por el de todos los periodistas asesinados.
Al finalizar la misa, su hija y hermanos, la familia y los amigos, los compañeros y reporteros, se reunieron a la salida del templo, para repartir una foto y un poema con la imagen de Adrián, para lanzar globos blancos al cielo y luego, entre lágrimas, aplaudir por su vida, porque a seis meses no han encontrado justicia y las autoridades parecen haber dado ya carpetazo al decir que su muerte no fue debido a su profesión. Como si con eso se acaba el dolor, como si así se justificara entonces la falta de empatía y solidaridad del mismo gremio, al que perteneció durante más de 15 años.
“Cuando me vaya, déjenme ir, no se aten a mí con lágrimas…” dice el separador que junto con su fotografía se repartió este domingo, y quizá sí, no hay ni qué decir, sobre todo cuando tal vez Adrián lloró, tal vez ganó, tal vez perdió, pero ahora sabemos que fue feliz, y si no más que otro cualquiera, siempre fue a su manera.
A seis meses, la ausencia aun duele. Lo dijo su hermana y lo demostró su madre quien todavía no entiende porqué su hijo se fue cuando aún era temprano, aunque seguramente, como muchos de quienes le conocieron, tienen la certeza de que el reportero, que en sus días finales trabajaba para el Grupo Radio Divertida, tomó siempre lo mejor de cada instante, vivió y disfrutó enormemente.
Una iglesia llena, la de San José María de Yermo y Parres en la Unidad Proletaria, donde vive su familia; entre la curiosidad de ver por ahí a representantes de los medios de comunicación en la cotidianidad dominical, fue testigo del recuerdo que en voz del sacerdote, quien pidió por su eterno descanso y por el de todos los periodistas asesinados.
Al finalizar la misa, su hija y hermanos, la familia y los amigos, los compañeros y reporteros, se reunieron a la salida del templo, para repartir una foto y un poema con la imagen de Adrián, para lanzar globos blancos al cielo y luego, entre lágrimas, aplaudir por su vida, porque a seis meses no han encontrado justicia y las autoridades parecen haber dado ya carpetazo al decir que su muerte no fue debido a su profesión. Como si con eso se acaba el dolor, como si así se justificara entonces la falta de empatía y solidaridad del mismo gremio, al que perteneció durante más de 15 años.
“Cuando me vaya, déjenme ir, no se aten a mí con lágrimas…” dice el separador que junto con su fotografía se repartió este domingo, y quizá sí, no hay ni qué decir, sobre todo cuando tal vez Adrián lloró, tal vez ganó, tal vez perdió, pero ahora sabemos que fue feliz, y si no más que otro cualquiera, siempre fue a su manera.
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