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El segundo día de las campañas locales se realizó con las actividades típicas, recorridos en las colonias, visitas a algunas casas dentro de éstas, y alguno que otro mitin con más gente, a la que los candidatos buscan llegar a través de dadivas, las tradicionales playeras, cachuchas, mandiles, termos, y hasta muñecos de tela, hechos a semejanza del candidato como los que ha regalado Crystal Tovar y que parece haberle copiado ahora José Reyes Baeza.

Encampañado todo el país no es de extrañar que salgan a relucir los memes sobre la propaganda electoral, tal fue el caso de un candidato a alcalde en uno de los municipios de Chiapas, quien al estilo del famoso “Layín” se sinceró para pedir el voto por una reelección, dejando saber que si no cumplió en su primera vez, ahora sí lo hará.




Chihuahua no se queda atrás con los yerros que a veces rayan en lo cómico o en la tristeza, de ver no sólo la poca preparación de quienes rodean a los candidatos, sino el poco cuidado que se le pone a algo tan importante como la publicidad electoral. Y para muestra el equipo de campaña del candidato a alcalde Fernando Tiscareño, que de plano necesita o regresar a la primara o un buen corrector ortográfico. O será exhibido como lo fue en su momento el ahora candidato a diputado federal Miguel Riggs cuando quería ser alcalde, y pagó 100 mil pesos por una campaña publicitaria deficiente hasta en la ortografía de sus carteles.

Y ya que hablamos de montos que se destinan a las campañas electorales, mientras que algunas candidatas traen incluso un “pull” de prensa, es decir, una camioneta que lleva y trae al grupo de reporteros acreditados para cubrir las actividades de Maru Campos, y a quienes se les da de comer y todas esas amenidades; otras, como Minerva Castillo, muestran el cobre y la hipocresía. Resulta ser que la candidata a la Diputación Federal por el Distrito 8 invitó a algunos representantes de medios de comunicación a que le cubrieran un desayuno que tendría con personas adultas mayores en el restaurante denominado “La Casa” de la dinastía Carrejo, pero al momento de llevarle la cuenta, Castillo se negó a pagar los desayunos de los reporteros, a quienes el mesero, en su sentido común, les sirvió sin preguntar si ellos también estaban invitados, por lo que seguramente tuvo que pagar esos platillos de su sueldo o de sus propinas.

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