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Por Adía María Holguín Baeza.- Corría el año de 1945 cuando, a través de la Carta de las Naciones Unidas, se ratificó explícitamente el principio de igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Consciente de la relevancia de ese principio de igualdad, la ONU instituyó, en 1975, el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

Desde ese entonces, el 8 de marzo es una fecha que invita -de manera especial- no solo a reconocer a las mujeres como artífices de la historia o a recordar décadas de lucha en pro de la igualdad, sino también a reflexionar sobre los avances, estancamiento o retrocesos que ha habido en materia de igualdad de género.

Y es que, si bien es cierto que con el paso de los años ha habido grandes avances generales y particulares en el ámbito internacional y nacional; también es cierto que se puede observar, sobre todo en el ámbito nacional, el estancamiento o retroceso en temas particulares como lo son -por ejemplo- la discriminación por motivo de género y la violencia de género en sus diferentes manifestaciones.

Aunque pareciera que la discriminación por motivos de género es cosa del pasado, la triste realidad es que, de acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), la discriminación hacia las mujeres en México es estructural. En ese sentido, la Conapred señala que, tan solo entre el 2012 y junio del 2018, abrió dos mil 580 expedientes de actos de discriminación vinculados con mujeres.

En relación a la violencia de género, las cosas no son muy distintas. Es decir, sigue siendo cosa de todos los días y sigue siendo causada, en gran medida, por la absurda ideología machista que prevalece en amplios y diversos sectores de la sociedad y del gobierno.

Esa violencia causada por la desigualdad, se torna más evidente si se considera que, según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI, 66.1% de las mujeres de más de 15 años (sin contar a las de menor edad) han sufrido, al menos, un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o de discriminación a lo largo de su vida.

Por todo eso y mucho más, no queda duda de que en México aún queda un largo camino por andar hacia la verdadera igualdad de derechos entre mujeres y hombres. Más largo aún, si se toma en cuenta que las políticas públicas del actual gobierno de México representan un retroceso que atenta contra del principio de igualdad y de no discriminación por motivos de género, consagrado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

En esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por la escritora y política estadounidense, Eleanor Roosevelt: “La batalla por los derechos de las mujeres es de una larga data y ninguno de nosotros debe apoyar todo aquello que los socave”.

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