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Por Aída Holguín.- Debido al incremento en la emisión y difusión de expresiones de odio, hace poco más de un mes la ONU lanzó un plan de acción contra los discursos de odio, pero eso parece no importarle a ciertos jefes de Estado, como es el caso de Donald Trump.

En torno al plan, el secretario general de la ONU António Guterres recordó que en las últimas 7 décadas la incitación al odio ha sido precursora de delitos atroces y, además, advirtió que tanto en las democracias liberales como en los regímenes autoritarios, algunos líderes políticos están incorporando las ideas y el lenguaje alimentado por el odio.

Si bien lo dicho por Guterres es en el contexto global, lo que ha venido sucediendo en años recientes en Estados Unidos deja muy claro que hay mandatarios (como Donald Trump) que se empeñan en abusar del poder y del derecho a libertad de expresión y opinión con el fin de manipular y polarizar a la sociedad.

Eso, aunado al hecho de que en Estados Unidos es muy fácil adquirir y portar potentes armas de fuego, ha traído como consecuencia directa el aumento en los índices de crímenes de odio y de actos terroristas, como el que se cometió en contra de la comunidad hispana el sábado pasado en la ciudad de El Paso, Tx.

Desde que comenzó a trascender la noticia de un tiroteo masivo en la zona de Cielo Vista Mall, era evidente (al menos para los chihuahuenses así fue) que se trataba de un atentado incitado por las campañas de odio que Donald Trump emprendió en contra de los mexicanos desde que era candidato presidencial. Era evidente, porque esa zona comercial es un punto de encuentro de la comunidad hispana (trabajadores o consumidores), particularmente de la mexicana y méxico-americana (chihuahuenses, en gran medida).

Aunque ahora Trump dice que el odio no tiene cabida en su país y condena el supremacismo blanco, su permanente discurso xenofóbico y racista ha resultado sumamente letal ya que, a través de él, ha logrado persuadir a decenas (si no es que a cientos) de estadounidenses nacionalistas extremistas para que, en nombre del “patriotismo”, exterminen -a costa de quien sea y de lo que sea- a los “enemigos”. Es decir, a todas aquellas personas o grupos que no cumplan con las características propias de su “fina e impecable” estirpe.

En esta ocasión, finalizo citando lo dicho recientemente por el abogado senegalés y asesor de la ONU sobre la prevención del genocidio, Adama Dieng: «Todos debemos recordar que los discursos de odio anteceden a los crímenes de odio […] Recordemos que las palabras matan tanto como las balas».

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