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Por Aída María Holguín Baeza.- Hace mucho tiempo (en siglo XIX), Soren Kierkegaard planteó que “la vida no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada”.

Hoy, ante una nueva realidad que estamos comenzando a experimentar, el término “realidad virtual” adquiere una significación no muy distinta a la original, pero sí muy particular porque -sin duda alguna- nos hemos sumergido en un mundo en el que, mediante el uso de dispositivos, sistemas y plataformas interactivas, podemos interactuar a la distancia en tiempo real.

En ese contexto de la virtualidad imprescindible en la nueva realidad, hemos experimentado -como generalmente sucede en la vida- cosas malas, cosas peores y cosas buenas que ameritan reflexión.

Si hablamos de las cosas malas, es inevitable no mencionar las consecuencias de los bajos niveles de alfabetización que, a su vez, evidencian la enorme brecha digital que persiste en México. Y si bien la actual pandemia aceleró la digitalización (al haber forzado el uso intensivo, extensivo y masivo de viejas y nuevas TIC), es ese mismo aceleramiento el que ha dejado al descubierto la pobreza digital que afecta a millones de mexicanos.

Si a eso le sumamos una de las más recientes experiencias que muchos tuvimos experimentar en el escenario de la la virtualidad de la nueva realidad, el resultado es una de la peores cosas que podían -y pueden- pasar…

Sucedió justo el día en el que decenas de millones de alumnos (de todos los niveles educativos) regresarían a clases: A primeras horas de la mañana del 24 de agosto, presente lo tengo yo, Zoom (una de las plataformas de comunicación virtual más utilizadas para impartir de clases en línea) cayó a nivel mundial causando un caos en las comunidades virtuales que sí cuentan con servicio de internet (de la velocidad y la calidad de la conexión luego hablamos).

Y como no puede faltar el relato de una de esas cosas buenas que la vida virtual permite experimentar, comparto lo acontecido el sábado pasado; día en el que, aprovechando las bondades de las TIC, un nutrido auditorio virtual fue partícipe de la presentación del libro “Expresión Editorial Siglo XXI”. Así y ahí, en la inevitable pero necesaria virtualidad, quedó constancia del invaluable papel que desempeña la libre manifestación de ideas distintas y diversas, y de la relevancia que éstas tienen en la construcción de la opinión pública informada, plural y crítica.

El asunto es que ya sea que nos pasen cosas malas, cosas peores o cosas buenas, tarde o temprano serán experiencias útiles para ser conscientes y tomar conciencia de todas las implicaciones digitales, tecnológicas y sociales de nueva realidad en la que ahora vivimos.

Finalizo en esta ocasión, citando lo dicho alguna vez por el monje budista zen vietnamita, Thich Nhat Hanh: “Tenemos que seguir aprendiendo. Tenemos que estar abiertos. Y tenemos que estar preparados para liberar nuestro conocimiento con el fin de llegar a una mayor comprensión de la realidad” y, en su caso, transformarla.

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