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Por Ofelia Torres Rodríguez/Facultad de Filosofía y Letras.- Este 21 de febrero se conmemora  el Día internacional de la lengua materna instituida por la UNESCO en 1999 en reconocimiento a la protesta  de los ciudadanos de Bangladés  por la defensa de su lengua materna,  el  Bengalí,  tras la imposición del Ordú como lengua oficial en 1952.

El reconocimiento,  la validez de la lengua materna en cualquier parte del mundo es significativo, es un arma, un instrumento primordial, insustituible por ninguna otra cosa necesaria para darnos sentido y presencia y abrir nuevas perspectivas. La pérdida de esta es la pérdida de la memoria de un pueblo.

Las lenguas originarias  son de una riqueza incalculable, una forma de interpretar la realidad. Es la herramienta de mayor alcance para preservar el patrimonio histórico. En nuestro país han resistido más de 500 años, y sus hablantes no han permitido la desaparición de estas,  aún en las condiciones más adversas.

Si tomamos en cuenta que en México el 7.3 % de la población total habla alguno de los 68 grupos lingüísticos en sus   364 variables, preservar esta diversidad de lenguas y la promoción  del plurilingüismo es un factor decisivo en la historia cultural,  en el desarrollo educativo  y en la economía de los pueblos indígenas.

Las políticas públicas han marginado en gran medida a los pueblos originarios y con ellas la lucha y el derecho de estos de  preservar su identidad étnica, sus conocimientos, su patrimonio cultural; esta dicotomía es  la  razón por la que se da el mecanismo de defensa –resistencia, en ambos sentidos.

Tanto el gobierno como los pueblos originarios emplean este mecanismo de resistencia- defensa, el primero, por imponer  la supremacía del español y el segundo como defensa al derecho del reconocimiento en todos los ámbitos de la sociedad del uso de su lengua materna. 

La resistencia y defensa de sus usos y costumbres; el reconocimiento del otro por su lengua y el derecho a la inclusión de esta  en los espacios públicos debe ser su objetivo. La difusión de sus saberes, de su literatura de su vida en general es sin duda una lucha que apenas inicia.

Su resistencia a abandonar su lengua materna y la defensa de ella ha dado pequeños frutos, como la publicación de libros en náhuatl, en zapoteca, en mazahua, entre otras;  la publicidad de spots en radio y televisión y la educación bilingüe. La visibilidad de su lengua por los otros es, sin duda, un avance en este largo camino por recorrer.

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