Por José Elías Romero Apis.- El trágico caso de Debanhi Escobar evidenció que algo huele mal en Nuevo León y en muchas regiones de México, aunque no en todas. Los espectadores vemos ignorancia, indolencia o un ensamble de ambas. La investigación parece mala, pero la comunicación parece peor.
Tan sólo pongo como ejemplo el manejo de la información sobre el cateo del hotel donde se encontró el cadáver, después de varios días de búsqueda y de varios cateos previos en el mismo sitio. Y entonces nos surgen cientos de interrogantes.
¿Por qué 3 o 4 cateos si nada se encontraba? ¿Qué información los obligaba a esa insistencia? ¿Quién se las proporcionó?
¿El juez giró tantas órdenes de cateo? ¿O reutilizaron la misma como si eso se pudiera hacer? ¿Por qué ese hotel y no otros inmuebles cercanos? ¿Qué sabían que nos ocultan? Pudiera ser que, cuando se sepa lo profundo del calado se sabrá la altura del mástil.
Y nos preocupa lo que pueda sobrevenir. Que lo federalicen y arriesguen la firmeza competencial. Que lo sobrecarguen y expongan la continencia de la litis. Que las contradicciones enreden la coherencia probatoria. Y dos docenas de riesgos procesales adicionales. ¡Vamos!, que los derroten en la instancia, en la alzada o en el amparo.
Lo temo porque conozco las procuradurías mejor que mi casa ya que, en mi casa, poco me entero de lo que necesita para funcionar, mientras que en las fiscalías durante tres sexenios fui de quienes ayudaron para que funcionaran. Tuve suerte y todo me salió bien.
En las fiscalías están en juego desde las libertades hasta las vidas. Allí, la gente es encarcelada o es asesinada. Allí, se mueren criminales, pero también se mueren compañeros. Allí, se debe tener la valentía para encerrar a los criminales, pero también se debe tener el valor para encerrar a los compañeros.
Lo primero, es muy peligroso. Lo segundo, es muy doloroso. Unos y otros siempre supieron que actué por lo que ellos hicieron y nunca por lo que nosotros les inventáramos. Ni los unos ni los otros me lo anotaron en mi contra. Allí, los funcionarios deben saber de derecho, de investigación, de proceso, de política, de comunicación, de opinión pública y hasta de sicología. Deben tener conocimiento, experiencia, intuición, astucia, valentía, responsabilidad, humildad, compasión, honestidad y suerte.
Allí la crueldad se ve en serio. He visto a hijos que matan a sus madres por razones dinerarias y he visto a madres que matan a sus hijos por enojos conyugales. He visto uxoricidas y autoviudas. He visto quienes se suicidan para destruir moralmente la vida de su familia. Todo eso, tan sólo dentro del hogar.
Pero no sólo he visto a los que matan por dinero, por enojo o por rencor, sino a quienes lo hacen por placer y por deleite.
He visto a quienes no matan con pistola, sino con sus propias manos. Quienes se embarran con la sangre de sus víctimas y lo disfrutan. Quienes destazan y decapitan. Quienes conservan recuerdos materiales o corporales de sus víctimas.
He visto de todo aquello que nunca me he atrevido a platicar en mi casa, ni en mis sobremesas ni en mis clases ni en mis libros. Queda en claro que no hay película ni novela ni noticia que me impresione ni que me asuste. Pero que tampoco hay comandante ni juzgador ni procurador que me engañe ni que me enrede.
Por esa cruda realidad, me sorprende la sinrazón de algunos gobernantes que consideran que esto pueden resolverlo sus amigos desempleados, para los que encontraron una vacante en las fiscalías. Eso me parece que es también una de las más viles formas de crueldad política y humana.
Cada año, los asesinos enlutan casi 40 mil hogares mexicanos. Es un desastre nacional. Pero hace unos días vimos a la madre de un jovencito asesinado agradecer el comportamiento y la eficiencia del fiscal del Estado de México. Y hace unos días vimos al padre de una jovencita asesinada renegar de haber confiado en la Fiscalía de Nuevo León. Las dos tragedias son iguales. Ninguna de las fiscalías remedia la muerte. La diferencia son los funcionarios. Nada más, pero nada menos.
Excelsior
Hola, déjenos un comentario