Por Aída María Holguín Baeza.- En el ámbito de la filosofía, ‘cinismo’ se refiere a una doctrina que se caracteriza por despreciar las convenciones sociales y las normas y valores morales.
Ya en términos generales y a la vez específicos, ‘cinismo’ se define como la actitud de aquellas personas que, desvergonzadamente, mienten y defienden o practican de forma descarada, impúdica y deshonesta algo (“acciones o doctrinas vituperables”, precisa la RAE) que merece general desaprobación.
Pero ya sea en lo filosófico, en lo general o en lo específico, la conceptualización formal y explícita de lo que actualmente se entiende como cinismo no dista mucho de lo que, desde sus respectivos tiempos, Oscar Wilde y Jamie Whyte expresaban con relación a dicho término, actitud o práctica. Oscar Wilde decía que un cínico es aquella persona que conoce el precio de todo, pero no conoce valor a nada; y Jamie Whyte, que el cinismo, al igual que la credulidad, es un síntoma de las facultades críticas subdesarrolladas.
La situación es que, sea cual sea y de cuando sea -antigua, contemporánea o actual-, la definición o conceptualización de cinismo se ha materializado -desde hace mucho tiempo- en la persona de César Horacio Duarte Jáquez. Y aun cuando es difícil saber en qué momento exacto de su vida comenzó a abrirse el camino entre la inconsciencia y el cinismo, lo que no es tan complicado saber o recordar es que fue por ahí del 2000 cuando se comenzó a encarrilar; luego, a partir del 2006, aceleró su andar por ese camino hasta que, en el 2010, ya como gobernador de Chihuahua, su transitar por el camino del cinismo trajo como resultado lo que ahora prácticamente todos sabemos.
Bien dijo Chris Wooding, el cinismo es un camino de un solo sentido, y una vez tomado ese camino no hay vuelta atrás. César Duarte tomó ese camino y, como no hay vuelta atrás, sigue su marcha sin recato alguno y sin mirar atrás.
Y así, como es él -porque así eligió ser y le han permitido ser-, César Horacio Duarte Jáquez ha transitado -y a veces hasta deambulado- por el camino del cinismo que trazó, cimentó y construyó a su paso y que, a estas alturas, ya ha pasado por la codicia, la corrupción -en toda la extensión de la palabra-, la impunidad, la evasión de la justicia y hasta por la falsa victimización o victimismo.
El asunto es que hoy, a más de dos décadas -por lo menos- de que comenzará a trazar su cínico camino, César Duarte sigue caminando por él. Y aunque en el recorrido se ha tenido que tomar algunas desviaciones o se ha visto obligado a “entrar” y/o “detenerse” temporalmente en algún acotamiento, queda claro que sigue aferrado a seguir en el camino del cinismo y, así, continuar la ruta hacia la total y completa impunidad (cosa que, desafortunadamente, sigue siendo una posibilidad).
En ese contexto, y a modo de reflexión final, en esta ocasión, concluyo citando lo dicho alguna vez por el ingeniero, escritor y poeta colombiano, Jorge González Moore: No hay mayor cinismo que el de aquellos que reclaman para sí lo nunca han dado.
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