Por Aída María Holguín Baeza.- Siglo XXI, año 2023, y la infame, inhumana y retrógrada práctica de la mutilación genital femenina (MGF) prevalece en por lo menos 34 países.
En sus cuatro tipos -con sus respectivos subtipos-, la MGF es una terrible práctica que sigue siendo habitual en países de África, Oriente Medio, Asia meridional y en algunas comunidades de Latinoamérica, y que persiste en las poblaciones emigrantes que viven en Europa Occidental, Norte América, Australia y Nueva Zelanda.
Al ser una práctica que implica la alteración o lesión de los genitales femeninos por motivos no médicos, la MGF es reconocida internacionalmente como una violación grave de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas. Violación descrita como una forma de tortura y de extrema de violencia y discriminación contra niñas y mujeres, so pretexto de normas sociales, culturales, religiosas y -evidentemente- de género sinsentido.
De ahí que, desde el 2012, la Asamblea General de la ONU expresara -entre otras cosas- su preocupación por el aumento de la incidencia de tan brutal, despiadada, atroz y nociva práctica, proclamando el 6 de febrero “Día Internacional de Tolerancia Cero para la Mutilación Genital Femenina”. Esto, con el fin de establecer una jornada anual de concienciación y actuación para ampliar y dirigir los esfuerzos necesarios para acelerar la total erradicación de la MGF.
Y si bien actualmente la ONU señala que en los últimos 25 años la prevalencia de la MGF ha disminuido -relativamente- en todo el mundo, y que el Programa conjunto del UNFPA y UNICEF para eliminar la MGF señala que, en los 17 países (con mayores tasas de prevalencia) en los que desde el 2013 se ejecuta el programa, se ha observado una disminución de tan terrible práctica, la MGF no ha dejado de prevalecer y sigue estando muy extendida.
Y es que, si se considera que en 2012 el UNFPA calculó que la MFC afectaba a entre 100 y 140 millones de mujeres y de niñas en el mundo, que la estimación para cada año era de tres millones adicionales de niñas en riesgo de ser mutiladas, que en 2023 se elevó a cerca de 4.3 millones el número de niñas en riesgo de ser sometidas a mutilación genital, y que la repercusión de la pandemia de COVID-19 aunada a otras crisis humanitarias como los brotes de diversas enfermedades, el cambio climático o los conflictos armados, podrían permitir que se produzcan 2 millones de casos adicionales de MGF en la próxima década, queda en evidencia la magnitud del problema; y a menos que se intensifiquen las iniciativas para erradicarla, la mutilación genital femenina seguirá creciendo en términos absolutos -no relativos-.
A modo de exhorto, finalizo parafraseando lo dicho por la periodista y activista antiMGF, Aarefa Johari: El mundo ha estado concienciando sobre la MGF durante las últimas tres décadas y ahora, finalmente, se ha reconocido que no es solo un problema africano, sino global. Ya no hay tiempo que perder. Las vidas y los cuerpos de millones están en peligro y es responsabilidad moral de todos eliminar la MGF lo antes posible.
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