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Por Aída María Holguín Baeza.- Según los datos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés), el 2023 fue el tercer año de mayor violencia desde el final de la Segunda Guerra Mundial; es decir, desde 1945.

El IISS, reconocido organismo con sede en Inglaterra, advierte que desde entonces (1945) las muertes a causa de las guerras y conflictos armados están en su punto más alto (con excepción de 1950, cuando estalló la Guerra de Corea, y 1994, cuando ocurrió el genocidio de los tutsis en Ruanda), subrayando que la invasión rusa a Ucrania es el principal factor determinante de que el 2023 se haya convertido en uno de los años más conflictivos y mortíferos de las últimas ocho décadas.

Por su parte, pero en ese mismo sentido, el Programa de Datos sobre Conflictos de Uppsala (con sede en Suecia) precisa que, con al menos ocho grandes guerras y decenas de conflictos armados de menor intensidad, en el 2023 se rompió el récord de muertes registradas por dichos motivos.

Así, con esas tendencias, queda claro que el 2024 se perfila como otro año igual o más mortífero que el 2023. Y es precisamente por eso que el 2024 también se perfila un año de grandes desafíos y decisivo para el mantenimiento, restablecimiento y consolidación de la paz.

El caso es que, tal como lo sugiere Gloria Castrillón, para entender la búsqueda de la paz y, sobre todo, lograrla, hay que entender la guerra. Es decir, “entender la guerra para explicar la paz como un culmen de procesos conectados”. El meollo del asunto es que, dicho de ese modo, entender la guerra y la paz no es cosa fácil porque “entender” implica tener amplio conocimiento y experiencia en la materia.

Considerando, pues, que el entendimiento de la guerra y la paz no es cosa fácil -al menos no para la mayoría de las personas- pero hay que hacerlo, lo que procede es comenzar a entender lo básico para, luego, entender lo más complejo.

Entonces, lo primero y lo más básico que hay que entender sobre la guerra es que, como bien lo dijo Aldous Huxley, el hecho más impactante es que sus víctimas y sus instrumentos son seres humanos individuales, y que estos seres individuales están condenados por las monstruosas convenciones de la política a asesinar o ser asesinados en disputas que no son las suyas (y “si no ponemos fin a las guerras, las guerras acabarán con nosotros”, diría H. G. Wells).

Y luego, lo primero y lo más básico que hay que entender sobre la paz es que, tal como muchos lo han expresado, la paz no es solamente la ausencia de guerras o de conflictos armados en un país o entre países, sino algo que hay que fomentar, construir y fortalecer día con día. Por eso hay que entender también que, como bien lo puntualizó Eleanor Roosevelt, no basta con hablar de paz. Uno debe creer en ella y, sobre todo, trabajar para conseguirla.

A modo resumen reflexivo, finalizo citando lo dicho alguna vez por el neurocientífico y escritor indio, Abhijit Naskar: Tanto la guerra como la paz son manifestaciones de la voluntad humana; cualquiera que sea nuestra voluntad, así será nuestra manifestación.

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