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Por Aída María Holguín Baeza.- Tal como muchos lo dicen, en el mundo hay recursos suficientes para garantizar que nadie, en ningún lugar y en ningún momento, pase hambre.

El problema es que, según la FAO, agencia de la ONU que lidera el esfuerzo internacional para poner fin al hambre, a pesar de los avances para reducir el hambre, el mundo sigue enfrentándose a crisis alimentarias en muchas regiones.

Explícitamente, la ONU señala que el problema global del hambre y la inseguridad alimentaria ha mostrado un aumento alarmante desde 2015, una tendencia exacerbada por una combinación de factores que incluyen los conflictos, que asolan a 20 países y tienen a 135 millones de personas con hambre; los eventos climáticos extremos, responsables del hambre de unos 57 millones de personas; y los embates económicos, que causan el hambre de 75 millones de personas en 18 países.

Cifras que resumen el contenido del “Informe Global sobre Crisis Alimentarias 2024”. Un informe que pone en evidencia que, en total, el hambre aguda alcanzó a más de 280 millones de personas (20% de la población) en 59 países y territorios en 2023, añadiendo a casi 20 millones de personas de nueve países de América Latina y el Caribe que sufren el flagelo del hambre, hilando así cinco años de deterioro de la inseguridad alimentaria a nivel global.

Por su parte el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2024”, presentado recientemente en una reunión del G20, muestra que el problema de la inseguridad alimentaria sigue afectando a grandes segmentos de población mundial, detallando que alrededor de 733 millones de personas pasaron hambre en 2023; o sea, una de cada 11 personas en el mundo. Cifras que, según el mismo informe, revelan que el progreso para acabar con el hambre y la desnutrición se ha retrasado 15 años.

Se trata pues de un problema global existente tanto en países ricos como pobres que suma a cientos de millones de personas que padecen hambre o inseguridad alimentaria, y lo peor de todo es que, aunque la actual producción mundial de alimentos es suficiente para alimentar a todos los habitantes del planeta, las cifras del hambre no disminuyen significativamente o siguen aumentando en algunas partes del mundo.

El asunto es que, de mantenerse las tendencias actuales, unos 582 millones de personas estarán crónicamente subalimentadas en 2030, la mitad de ellas en África. Una proyección que, según diversos organismos internacionales como la FAO, el FIDA, la OMS, la WFP y UNICEF, se asemeja mucho a los niveles observados en 2015 (cuando se adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible), un terrible estancamiento en el progreso para el logro del “hambre cero” en 2030.

Entonces, en un contexto en el que el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición van en aumento, lo mínimo que podemos y debemos hacer es ser empáticos y actuar en consecuencia.

A modo de reflexión sumativa, finalizo citando lo dicho por el escritor y académico islámico estadounidense, Hamza Yusuf: Al ser conscientes del hambre de los demás, contribuimos a un mundo más empático.

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