Ciudad de México.- La brecha salarial de género sigue siendo un desafío profundo en México, donde las mujeres ganan en promedio 15% menos que los hombres, disparándose al 20% en la informalidad. En dos décadas, los avances han sido mínimos, con una reducción de solo 0.4 puntos porcentuales. Esta diferencia salarial responde a factores estructurales del mercado laboral, como la alta informalidad y las tareas de cuidados no remunerados, que recaen principalmente en las mujeres.
El mercado laboral mexicano refleja una inequidad estructural: las mujeres dedican significativamente más tiempo a las labores no remuneradas, como las tareas domésticas y los cuidados, lo que les impide acumular experiencia laboral remunerada al nivel de sus pares masculinos. De hecho, las trabajadoras mexicanas destinan 42 horas semanales a estas actividades, un 121% más que los hombres. Esto las deja con menos tiempo para insertarse plenamente en el mercado formal y competir en igualdad de condiciones.
Esta desigualdad no solo se manifiesta en la diferencia de salarios, sino también en la baja participación laboral femenina, con solo el 46.3% de las mujeres económicamente activas, comparado con el 76.2% de los hombres. Esta baja participación agrava el problema de la brecha, ya que muchas mujeres se ven forzadas a abandonar el mercado laboral debido a la falta de políticas públicas de apoyo, como una red nacional de cuidados. La ausencia de estas estructuras fomenta un ciclo en el que las mujeres, al ganar menos, son las primeras en abandonar sus trabajos cuando las familias deben tomar decisiones sobre quién seguirá trabajando fuera del hogar.
Desde el punto de vista de la responsabilidad social corporativa, las empresas tienen un papel crucial en revertir esta situación. Si bien algunas políticas, como las cuotas de género en puestos de liderazgo, han tenido un impacto, el verdadero cambio estructural se logrará cuando las empresas promuevan una mayor participación femenina en el empleo formal y garanticen su permanencia a través de medidas inclusivas.
A nivel legislativo, las soluciones han avanzado de manera muy limitada. Existen varios proyectos que podrían ser clave para cerrar esta brecha, como la creación de un Sistema Nacional de Cuidados, el cual redistribuiría la carga desproporcionada de las tareas domésticas y de cuidado. Este sistema permitiría a las mujeres liberar tiempo para participar en el mercado laboral en igualdad de condiciones. Sin embargo, hasta el momento, estas iniciativas siguen detenidas en el Congreso, lo que limita los avances en la equidad salarial.
En cuanto al sector privado, muchas empresas continúan operando con estructuras inflexibles que no permiten a las mujeres compaginar responsabilidades laborales y de cuidados. Esto no solo impide su crecimiento profesional, sino que también las empuja a sectores informales, donde la brecha salarial se acentúa. La informalidad laboral en las mujeres en México es del 54.9%, mientras que para los hombres es de 53.8%. Esta diferencia, aunque pequeña, tiene un impacto significativo, ya que el trabajo informal generalmente ofrece salarios más bajos y menos beneficios, perpetuando la desigualdad económica.
Para cerrar esta brecha, tanto las empresas como el gobierno deben implementar políticas que favorezcan la inclusión laboral femenina. Esto incluye flexibilizar las jornadas laborales, fomentar el trabajo remoto o híbrido, y crear mecanismos que permitan una mayor compatibilidad entre la vida laboral y las responsabilidades familiares.
El Día Internacional de la Igualdad Salarial, celebrado el 18 de septiembre, debería ser un recordatorio de la urgencia de avanzar en estos temas. Aunque existe un amplio respaldo a la igualdad salarial, su implementación ha sido complicada. Esto refleja la necesidad de un cambio estructural profundo que trascienda las políticas superficiales y aborde las raíces de la desigualdad.
En resumen, la brecha salarial de género en México es un problema complejo que requiere soluciones integrales. Las políticas públicas deben centrarse en la creación de redes de apoyo para el cuidado, mientras que las empresas deben adoptar prácticas más flexibles e inclusivas. La reducción de esta brecha no solo beneficiará a las mujeres, sino que también tendrá un impacto positivo en la economía y en la competitividad del país. Las empresas que tomen la iniciativa en este ámbito no solo estarán haciendo lo correcto desde una perspectiva ética, sino que también estarán posicionándose como líderes en responsabilidad social, atrayendo talento diverso y construyendo un entorno laboral más equitativo y productivo.
Expok News
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