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Por Ana Lilia Dueñas.- En el contexto político de México, el progresismo y la izquierda han tenido un papel preeminente en la configuración de la agenda nacional, contribuyendo a una evolución que desafía los modelos ultraderechistas predominantes en otras partes del mundo. La ausencia de una ultraderecha significativa en el país no es fortuita; responde a una compleja interacción de factores históricos, culturales y políticos que favorecen una orientación más inclusiva y equitativa. 

Una Historia de Inclusión y Revolución Social 

México ha sido escenario de movimientos y reformas que han buscado la justicia social desde hace más de un siglo. La Revolución Mexicana, que estalló en 1910, no solo transformó la estructura política del país, sino que también estableció una tradición de reformas orientadas a la equidad social. La Constitución de 1917, con su enfoque en los derechos laborales y la redistribución de la tierra, sentó las bases para una identidad política que valora la inclusión y el progreso sobre las ideologías ultraderechistas que promueven el elitismo y la exclusión.

Una Cultura de Diversidad y Solidaridad

La identidad cultural mexicana está profundamente arraigada en la diversidad y la solidaridad. México es un mosaico de etnias, tradiciones y creencias que fomentan una perspectiva más inclusiva y menos propensa a las divisiones extremas que suelen caracterizar a la ultraderecha. Las comunidades indígenas, por ejemplo, han jugado un papel crucial en la defensa de sus derechos y en la promoción de una política que respete la diversidad cultural y social. Esta riqueza cultural ha reforzado la resistencia a las ideologías que buscan imponer una homogeneidad cultural o política.

El Papel de los Movimientos Sociales y el Progresismo

En México, los movimientos sociales y la izquierda han jugado un papel crucial en el avance de los derechos humanos, la igualdad de género y la justicia social. La lucha por los derechos de las mujeres, la comunidad LGBTQ+, y los pueblos indígenas ha sido respaldada por una fuerte tradición de activismo progresista. Estos movimientos han contribuido a una mayor conciencia social y política, desalentando la aparición de una ultraderecha que suele prosperar en contextos de injusticia social y desigualdad.

El Respaldo Institucional al Progreso

Las instituciones mexicanas han apoyado políticas que promueven la equidad y la justicia social, consolidando el espacio para una agenda progresista. Desde el sistema de seguridad social hasta las reformas educativas y laborales, las políticas públicas han estado orientadas hacia el bienestar general, evitando el tipo de políticas ultraderechistas que a menudo se centran en la reducción de derechos y servicios sociales.

La Polarización Política y la Ultraderecha

A nivel global, la ultraderecha ha ganado terreno en contextos de crisis económica y social, donde el descontento con el sistema político actual fomenta el apoyo a soluciones radicales. México, sin embargo, ha logrado evitar la polarización extrema gracias a una combinación de estabilidad económica relativa, políticas inclusivas y una ciudadanía activa que busca el cambio a través de medios progresistas y democráticos, en lugar de recurrir a posturas ultraderechistas.

Conclusión

La ausencia de una ultraderecha significativa en México refleja una confluencia de factores históricos, culturales y políticos que favorecen una orientación progresista y inclusiva. La tradición de lucha por la justicia social, la riqueza cultural del país y el compromiso con políticas de equidad han contribuido a un entorno político donde las ideologías ultraderechistas encuentran menos apoyo. En lugar de buscar soluciones extremas, México continúa avanzando hacia un futuro donde el progreso y la justicia social son los pilares fundamentales de su desarrollo.

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