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Por Fabiola Chambi.- Paula Landeros, chilena, viene de una familia numerosa. Su madre tiene cuatro hermanos y su padre seis. Siempre hubo mucha bulla en su casa, pero es consciente de que eso cambiará en el futuro, pues decidió no tener hijos: “Nunca fue una opción en mi vida”, dice convencida a sus 42 años. No recuerda haber jugado con muñecas, pero sí escuchaba con frecuencia, en su colegio católico, que las mujeres estaban destinadas a procrear. Entonces, se preguntó, ¿cómo será la vida de grande si no quieres ser madre?

La decisión de Paula parece una tendencia global impensable hace apenas décadas cuando más bien se alertaba sobre los efectos negativos de una sobrepoblación. En esta lógica fueron muy populares las ideas que el economista y clérigo inglés Thomas Malthus publicó en su “Ensayo sobre el Principio de la Población”, de 1798. La “teoría malthusiana” sostenía que los recursos naturales iban a decrecer mientras la población seguiría aumentando desenfrenadamente, lo que provocaría pobreza, conflictos y por consiguiente, la extinción de la raza humana hacia 1880.

Hoy la realidad plantea otras perspectivas. Según el Banco Mundial, la tasa actual de fecundidad a nivel global es de 2,2 hijos por mujer y en los años sesenta era de 5,3. Esas cifras se entienden mejor si se tiene en cuenta que la tasa de reemplazo generalmente aceptada es de 2,1 (el número de hijos para mantener estable la población en el tiempo).  En la actualidad muchas mujeres tienen menos bebés o simplemente no los tienen. Las numerosas familias de antaño se han reducido e incluso se están popularizando los denominados “hogares unipersonales”.

De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), en Latinoamérica Chile, Uruguay, Costa Rica y Cuba tienen las tasas de fecundidad más bajas, con un promedio de 1,5 hijos por mujer. Le siguen Brasil y Colombia con 1,6 y 1,7 respectivamente. Se calcula que dos terceras partes de la población residen en regiones donde la fecundidad no llega a ese umbral y cada vez hay más países que registran una natalidad a la baja.

Se trata de un fenómeno complejo. Martina Yopo Díaz, doctora en sociología de la Universidad de Cambridge e investigadora de la Universidad Católica de Chile, explica que esta transformación tiene que ver con una “mayor prevalencia y legitimidad en el uso del anticonceptivo y con la autonomía reproductiva. Estos cambios permiten, de alguna manera, que las mujeres hoy puedan tener mayor poder decisión sobre ser madres y cuándo tener hijos”. 

La experta identifica también como una de las principales causas la incorporación progresiva de las mujeres en el mercado laboral y el acceso a la educación superior. “Están participando de manera mucho más activa en esas dos esferas de la sociedad y eso hace que muchas veces posterguen la maternidad o decidan tener menos hijos a lo largo de su ciclo de vida. Y a este descenso se suma una falta de condiciones sociales”.

Es el caso de Vanessa Sanjinés, una exitosa consultora que trabaja en comunicación estratégica. Casada hace 10 años, no tiene hijos ni planes de tenerlos. Cuenta que tomó la decisión en pareja, pero ha tenido muchas presiones. “Decidí no ser mamá a pesar de que la gente siempre me dice que voy a cambiar de opinión, que soy joven todavía, que mi cuerpo lo va a pedir en algún momento. Yo estoy segura porque estoy más enfocada en mi carrera profesional y en cumplir mis sueños y eso no va a cambiar. Pero sí creo que la sociedad debería cambiar en sus cuestionamientos”.

Las nuevas dinámicas sociales y económicas

Un informe de 2024 del Instituto Nacional de Estadística (INE) de Chile reporta una caída del 20% en la tasa de natalidad respecto al mismo periodo del año anterior. Las cifras preocupan a algunos expertos en ese país que analizan la forma de revertir el fenómeno y eso tiene que ir más allá de la aplicación de políticas públicas. 

De hecho, el Informe sobre el Estado de la Población de la Unfpa de 2023 se refiere a esta “ansiedad demográfica” e indica que las iniciativas de los gobiernos que buscan aumentar las tasas de fecundidad “casi nunca surten efecto y pueden vulnerar los derechos de las mujeres”. 

“Chile es el caso más extremo, pero al final la fecundidad está disminuyendo en todos los países latinoamericanos; entonces nos pone un desafío como sociedad. Quiere decir que nuestro sistema no puede seguir funcionando como hasta ahora. Pero promover la natalidad nunca puede ir sobre el respeto a la autonomía reproductiva y a los derechos humanos (…) Las políticas públicas tienen que ir orientadas a generar las condiciones sociales para que quienes quieran tener hijos puedan hacerlo”, explica Yopo.

La investigadora chilena considera que de acuerdo con la evidencia internacional, se podrían implementar algunas políticas concretas, como las guarderías gratuitas para la primera infancia, disponibles tanto para padres como para madres. Algunos países de Asia y Europa otorgan incentivos económicos indirectos, por ejemplo, menos impuestos o más salario para mejorar efectivamente el acceso a servicios básicos, salud, educación y vivienda.  Estas iniciativas han sido efectivas en muchos contextos.

Otros resultan verdaderamente desafiantes, como Corea del Sur, donde la tasa de natalidad es una prioridad nacional. En 2023, ese país registró 19.200 nacimientos menos que en 2022, y el promedio de hijos por mujer cayó a 0,72. Las personas en esta parte del mundo parecen decididas a seguir esa corriente. Una manifestación es la tendencia “Dinks” (Dual Income No Kids, en inglés), un término usado para referirse a una pareja o matrimonio con ingresos estables, sin hijos y sin proyectos de natalidad a futuro. Por este estilo de vida también son consideradas un atractivo para las marcas.

La natalidad está relacionada con la dinámica económica de los países y ahí radica precisamente la preocupación de algunos gobiernos. En el informe “El Observatorio Demográfico 2023”, la Cepal encontró que en América Latina y el Caribe, con la tasa de crecimiento de la población cada vez menor, el subcontinente tendrá 737 millones de habitantes en 2050, con una fuerza de trabajo de 402,7 millones, es decir el 54,6% de la población total, una cifra preocupante. “Los retos se traducen en más personas en la fuerza laboral, pero con probabilidades de que incremente la tasa de informalidad. O en el peor de los casos, menos personas que puedan cubrir ciertas actividades”, indica el documento.

En este sentido urge, como uno de los desafíos más importantes, reconfigurar la economía global. Según un estudio publicado en The Lancet, “para 2100, más del 97% de los países –198 de 204– tendrán tasas de fertilidad por debajo de lo necesario para sostener el tamaño de la población a lo largo del tiempo”.

¿La baja natalidad es realmente un problema?

Para Carmen Ledo, investigadora y experta en Planeación Urbana, la natalidad en Latinoamérica es una realidad “extremadamente heterogénea”. Según ella, hace falta una lectura más profunda que tome en cuenta a las zonas rurales, menos urbanizadas o incluso espacios periurbanos, donde la natalidad sigue siendo alta. Esto a diferencia de las ciudades más grandes, donde existen mayor segregación y problemas, lo que ha incidido significativamente en el descenso. 

“Si bien es un hecho social y está determinado por el comportamiento reproductivo, tiene que ver con los riesgos de que no haya reemplazos. Eso significa que la tasa bruta de reproducción sea menor a uno o que por cada mujer en edad fértil que sale de la vida reproductiva no entre otra mujer. Las posibilidades de extinguirnos o no en el tiempo están relacionadas con la calidad de vida”, explica Ledo.

Yopo coincide con este punto y enfatiza en las barreras de las mujeres para decidir. “La transición a la maternidad sigue teniendo mucho costo porque evidencia fuertes desigualdades de género y hoy las mujeres están menos dispuestas a formar familia en condiciones que les parecen asimétricas. Hoy se exige mucho más y también surgen preguntas: ¿Seré una buena madre? ¿Estoy en las condiciones de tener hijos?”.

Inés, por ejemplo, ha pasado su vida cuestionándose muchas cosas y aunque aún no ha podido ser madre, renunciar a serlo no es una posibilidad. “Mi ilusión es ser mamá, tengo 41 años y aunque lo pienso desde hace mucho, antes priorizaba mis objetivos personales y buscar mi independencia. Siento que la situación cada día es más difícil, en cuanto a lo económico y emocional, y eso realmente me hace pensar si voy a ser capaz de cuidar de otra vida más. Pero quiero experimentar todo ese proceso de tener un bebé”.

Por otro lado, en contra del crecimiento de la población también está el tema generacional y la forma particular en que los jóvenes conciben el mundo, con sólidos temores al futuro, especialmente por el cambio climático, lo que los lleva, en muchos casos, a sentirse más apegados a las mascotas y menos interesados en traer hijos a un ambiente convulsionado.

“Vivimos un mundo donde hay problemas de alimentación, de servicios básicos y muchas enfermedades, y en ese sentido es importante hablar de la reproducción intergeneracional que de una u otra forma puede garantizar la descendencia”, finaliza Ledo.

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